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Durante la pandemia, nos animábamos unos a otros diciendo aquello de «saldremos mejores». No creo que lo hayamos logrado en términos globales. El mundo sufre más amenazas que a finales del siglo XX y ha puesto en marcha conflictos bélicos con perspectivas de extenderse a ... amplias zonas del planeta. Pero, en términos particulares, sí puede decirse que muchos han aprendido. Por ejemplo, a dar importancia a las relaciones, la familia, el bienestar de los seres queridos, la salud mental y las experiencias personales antes que las cosas materiales.
Con la tragedia de la dana, de la que hoy se cumple un mes, también deberíamos extraer conclusiones que apelen a cada uno de nosotros, no solo a nuestros políticos. Si algo tenemos claro es que esto lo tenemos que superar entre todos. Ya lo estamos haciendo: yendo a quitar barro, entregando productos de primera necesidad en puntos de recogida o donando ayuda económica a entidades encargadas de atender a los afectados. Y, entre las iniciativas de estos días, hay unas, maravillosas, que responden a una gran lección: somos un solo pueblo y lo (re)construimos juntos. Pienso en esos proyectos de «apadrina un comercio», de Aldaia, o de crowdfunding para empresas familiares de Paiporta o de Algemesí, empresas que necesitan recursos con los que volver a ponerse en pie. Son particulares y en ocasiones anónimos quienes se preocupan de dar dinero, comprar o difundir a los comercios de su localidad, de su calle o de sus amigos. Saben que sin ese impulso se sienten abandonados, por mucho que unos y otros prometan ayudas. Es el pequeño comercio al que, en demasiadas ocasiones, hemos dado la espalda. En especial, durante unas fechas, las del Black Friday, en las que nos lanzamos como locos a comprar en plataformas ajenas, multinacionales y alejadas por completo de la creación de riqueza en nuestra «terreta».
Por eso, en un viernes tan especial como éste, deberíamos pensar si no será mejor apostar por el «Divendres negre», por una iniciativa de compra, de inversión o de apoyo a las pequeñas tiendas o fábricas de Sedaví, Picanya, Benetússer y tantos otros. Nuestro «Divendres negre» debería ser algo más que un fin de semana concreto en vísperas de Navidad. Debería ser una opción preferente y prolongada para las localidades afectadas, pero también para toda pequeña y mediana empresa de nuestro entorno. Si en la pandemia aprendimos a valorar el hogar con espacio de vida, con la dana deberíamos reforzar nuestra apuesta por el pequeño comercio como fuente de riqueza y vida en nuestros pueblos.
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