Trump quiere un mundo a su imagen. Hasta ahora, el adanismo destacaba sobre todo en la izquierda pero, por lo visto, los narcisos que se creen el motor inmóvil también han florecido en la derecha. Los tenemos por doquier, desde Yolanda Díaz anunciando días históricos ... cada semana hasta Donald Trump queriendo inventar una Gaza sin conflictos solo por expulsar de allí a los gazatíes. Nos rodean los inventores de la pólvora.

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Lo peor de este tipo de personajes no son ellos sino su capacidad para concentrar multitudes que aplauden y, sobre todo, se creen lo que dicen. Supongo que eso es lo que sucede con cualquier redentor que viene a salvarnos y se propone construir algo 'ex novo' tras el diluvio. Su principal habilidad es hacer que le crean. Trump, el gran sheriff del mundo, se ha valido, además, de su propio atentado terrorista para presentarse como un enviado de Dios, aunque en el fondo quienes lo envían sean los lobbies norteamericanos. Y lo hacen, curiosamente, en el nombre de la América ancestral, una suerte de Arcadia feliz que no existe. Como la II República para determinados sectores de la izquierda española. O la Cataluña independiente, del 'procés' o la Palestina libre, del discurso biempensante. Son mitificaciones exageradas de un pasado que los interesados interpretan en términos mesiánicos. La América que añora Trump no es la de sus raíces, salvo que considere la conquista del Oeste como el inicio de la grandeza a la que apela cada vez que dice eso de «America, great again». ¿Otra vez? ¿Cuándo fue la primera? ¿Cuándo casi extermina a sus habitantes originales? ¿O ahora que los descendientes de los colonos pretenden expulsar a los nuevos inmigrantes? Con la franja de Gaza pretende hacer lo mismo pero hacia el futuro, no el pasado. En ese caso, la Arcadia feliz es aquella con la que sueña y que no tiene nada que ver con la realidad. Los territorios palestinos no son una isla desierta que convertir en destino turístico. Son un avispero que se enfrenta a un riesgo de mayor conflicto si pretenden expulsar de allí a sus habitantes. Riesgo para Gaza, para Israel y para el resto del mundo. Nuevamente, el olor de los negocios concita apoyo de los sectores implicados. Y eso incluye los intereses políticos particulares de Trump y de Netanyahu que está a punto de pedir un «Judea, great again». La realidad es tozuda, a pesar de quienes la retuercen a su favor. América es un mosaico de grupos y Oriente Próximo necesita dos estados que vivan en paz. Empeñarse en negar ambas cosas solo producirá mucho dolor durante mucho tiempo.

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