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La bronca no cura. Y la bronca política no ayuda a un pueblo dolorido como el de las zonas afectadas por la dana. Sin embargo, pasados los primeros momentos de shock y rabia, nuestros dirigentes se vuelven por do solían y, en especial, cuando la ... torrentera de información sobre el PSOE ha enfangado todo con Aldamas y fiscalías.
Hoy acudirá Pedro Sánchez al Congreso para hablar de la gestión de la dana, pero lo hará en medio de la tormenta política que vive su partido y la propia Moncloa, de modo que no será fácil centrarse en explicar lo que de verdad importa a los valencianos. Y a murcianos, manchegos o malagueños, porque aunque Valencia salió más malherida que ninguna otra zona en el terrible episodio del 29 de octubre, otros se vieron afectados en ese día o posteriores. Además, la amenaza de gota fría, de inundaciones y de los efectos del cambio climático se cierne sobre los países mediterráneos en su conjunto. Y España está en primera fila. Por tanto, estaría bien que, por una vez, nuestros parlamentarios aparcaran sus cuitas a corto plazo y debatieran, en serio, sobre cómo proteger a los ciudadanos de futuras catástrofes en un horizonte de meses, años y décadas. Y que lo hicieran, además, sobre la base de un informe detallado, desapasionado y exhaustivo de lo sucedido en Valencia y de la pésima gestión que unos y otros desarrollaron para preverlo y paliar sus daños.
No será así, seguramente, ni ahora ni más adelante. Los debates seguirán siendo a posteriori, cuando el daño ya esté hecho y sea útil para reprochárselo al enemigo, sin más consecuencias que hacer caer a uno u otro oponente. Eso es lo que veremos, con casi toda probabilidad, hoy en el Congreso. Con suerte. Porque las bombas informativas de los últimos días a cuenta de las declaraciones de Víctor de Aldama y las visitas al notario de Juan Lobato anuncian lo contrario. Ojalá hoy Valencia sea el centro del interés y hasta de la pelea. Mucho me temo que ni siquiera servirá de arma arrojadiza. Continuaremos viendo el eslogan de la temporada que acuñara Luis Rubiales: «No voy a dimitir, no voy a dimitir, no voy a dimitir». Da igual cuándo leas esto y a quién le pongas el micrófono delante. Y, mientras tanto, sus exabruptos, reproches y acusaciones cruzadas se escucharán a lo lejos desde Paiporta, Picanya o Alfafar. Porque suenan muy lejos, tanto que luego los vecinos reaccionan como los anticuerpos en el ser humano, localizando al invasor y destruyéndolo. La violencia puede ser de un grupo radical pero la desafección se la están ganando a pulso todos.
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