Urgente Mazón desvela que llegó a las 20.28 horas al CECOPI la tarde de la dana

Me pregunto qué hará Urtasun con Miguelón. Miguelón es el huésped más ilustre del Museo de la Evolución Humana de Burgos, el espacio que conserva ... los restos obtenidos en el yacimiento de Atapuerca. En realidad, es una cabeza fósil, es decir, un cráneo y algunas vértebras, de alguno de nuestros predecesores que habitaron Europa hace 400.000 años.

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Si se aplica la pauta que ha marcado el ministerio de Cultura sobre la exhibición de restos humanos que ha obligado al Museo Arqueológico Nacional a retirar la llamada «momia guanche», quizás también Miguelón debería dejar de exponerse al público. Y, como él, miles de restos humanos que engrosan las colecciones de salas y centros sobre antropología o sobre etnología en todo el país, como l'Etno en Valencia o como el MARQ, en Alicante. El tema no es menor. Hace décadas que el Museo Darder quitó de sus vitrinas el llamado «Negro de Banyoles», un bosquimano embalsamado que fue repatriado para ser enterrado en Bostwana. Sin duda, aquello fue un caso extremo. Era un cadáver momificado para deleite de curiosos. Ahora, el problema que se plantea con una momia guanche es distinto, pero no menos preocupante. En este caso son los descendientes de los guanches quienes han pedido que dejen reposar a uno de sus antepasados en Canarias. Lo mismo sucedió con el movimiento que hay detrás de estas reivindicaciones indigenistas en Estados Unidos entre los descendientes de los indios que formaban las primeras comunidades del país y pedían que fueran enterrados, no exhibidos. Un movimiento que se está extendiendo en un mundo habituado a ver huesos, cráneos, dientes o pelo de seres humanos anteriores a él. La pregunta es si deben ser expuestos. Afortunadamente tanto la norma de Urtasun como las pautas internacionales en las que se inspira contemplan la posibilidad de que algunos de esos restos sean expuestos de forma excepcional con respeto y contextualización. De otro modo, ese respeto por ascendientes enterrados impediría incluso las excavaciones arqueológicas y se perdería su valor didáctico salvo con reproducciones exactas del original como se ha hecho con Altamira y otros espacios que deben preservarse. Lo mismo cabría plantearse con las momias egipcias, sacadas de su lugar de enterramiento a pesar de los esfuerzos por permanecer allí desde hace milenios y hasta las maldiciones a quien perturbara su descanso eterno. El debate es necesario, sin duda, pero lo es sin prejuicios ideológicos y mucho menos por servidumbres a colectivos determinados. Los ancestros nos ayudan a entendernos.

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