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Hoy se cumplen dos meses de la tragedia y hay mucha gente que se siente como en una rueda de hámster, dando vueltas sin apenas avanzar, entre el polvo que ha dejado aquel barro; la burocracia y el papeleo que no se acaban o las ... ayudas que no terminan de llegar. Es cierto, como decía el rey en su discurso de Nochebuena, que «es tanta la necesidad de los vecinos que deja pequeños todos los esfuerzos». En efecto, se ha hecho mucho en poco tiempo. Se han restablecido los servicios básicos y buena parte del transporte, mientras los colegios han reabierto sus puertas y algunos locales comienzan a revivir. Han llegado electrodomésticos o muebles a algunos que lo han perdido todo, pero también falta de todo en la mayor parte de los hogares arrasados.
La tranquilidad por lo avanzado no puede nublar la vista hacia las necesidades sin cubrir que aún permanecen. Pero, del mismo modo, la desesperanza ante las carencias no debe negar el esfuerzo de muchos por acelerar la recuperación tanto como sea posible. Tampoco la pérdida debería impedirnos mirar hacia delante. Es una estrategia básica de supervivencia. El dolor por el pasado que ya no vuelve suele arrastrarnos hacia la desesperanza que nos impide levantarnos. Pero la principal tarea en esos momentos es volver la mirada hacia el futuro y no hacia atrás. Y ése fue uno de los momentos en los que el rey se mostró más implicado con los damnificados por la dana. Cuando exigió «que las ayudas lleguen a todos los que lo necesiten, para que puedan reconstruir el futuro por el que tanto han luchado, afrontando con coraje y dignidad los retos de un presente a veces implacable».
Esa referencia al futuro es la clave de la recuperación en la que está envuelta Valencia desde hace dos meses. El rey no habló de «reconstruir el pasado» que tanto se anhela cuando se ha perdido de forma traumática, sino de «reconstruir el futuro» que miles de familias daban por hecho antes del 29 de octubre, al que tienen derecho y para el que nos necesitan a todos. En especial, a las instituciones que gestionan nuestros recursos y de las que se espera eficacia, equidad y supervisión. En una palabra, gestión y trabajo bien hecho. Cualquier otra cosa sobra. Sobran las fotos o vídeos promocionales de lo que se está haciendo. El mejor testigo es el vecino aliviado. No procede ninguno más, ni los ciudadanos queremos ver al presidente, a los consellers o a los alcaldes presumiendo de logros. No tienen más mérito que saber gestionar lo que aportamos entre todos. El futuro o es un logro colectivo o no será.
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