Leire Pajín ya tiene sucesora. Es la vicepresidenta «sfumata», Yolanda Díaz, quien la supera, con mucho, en sus excesos retóricos. Pajín se hizo un hueco en el «hall of fame» de paparruchadas políticas con su célebre «acontecimiento histórico planetario» para referirse al inminente encuentro entre ... Obama y Zapatero. Algunos lo dejamos en una conjunción astral algo ramplona pero lo cierto es que acuñó una denominación que ha quedado fijada en el imaginario colectivo para referirnos a un hito difícilmente repetible.
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Ahora, Díaz no ha reparado en gastos verbales para explicar la importancia del acuerdo consigo misma y sus adláteres. Está bien, hablando del entorno planetario, que un objeto celeste pacte con sus satélites. No digamos si algún día sale de su galaxia y consigue entablar diálogo con el habitante de otro planeta, sea Garamendi o el mismísimo Carlos Cuerpo (celeste). De momento, Díaz intenta hacerse notar invocando a Calviño o dando saltitos de boxeador novato delante del ministro sparring. Es lo que tiene la capa de invisibilidad, que nos oculta de los demás de modo que la vicepresidenta no hace más que coger impulso en el borde de la piscina y salir del agua siquiera por unas milésimas de segundo para que alguien se dé cuenta de que está ahí y, en efecto, se está ahogando.
En una de esas, Díaz presentó el pacto para reducir la jornada laboral. Para ella, llegar a un acuerdo con su propio eco es un éxito que «se estudiará en todas las universidades del mundo». Ya no se conforma con ser ella misma, sino que pretende pasar por la Samuelson jacobea. Samuelson era el autor del manual que muchas generaciones han estudiado en las clases universitarias para entender los rudimentos de la macro y la microeconomía. Un manual de referencia en cuya próxima edición, quizás, aparezca el pacto de Díaz con casi nadie justo después de los Acuerdos de Breton Woods.
Aún hubo más referencias emocionantes como la de presentar el pacto como un intento por «democratizar el tiempo» que sonó muy «cool» aunque faltaran los aplausos enlatados. Con Díaz siempre tengo la sensación de que se han olvidado de ponerlos. Sus finales de frase los piden a gritos. Ahora bien, tampoco me parece mal el sentido de la frase por cuanto existen personas que disponen de su tiempo y otros, no. Quien tiene tres trabajos para llevar un sueldo mínimamente digno a su casa no puede elegir qué hacer en la mayor parte de sus horas. Sin embargo, hay otros, qué sé yo, algunos liberados sindicales, que sí pueden hacerlo. Una clara muestra de inequidad.
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