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No sé qué razonamiento lleva a comprar lotería vinculada a la dana. Entiendo que se acuda a administraciones de lotería situadas en pueblos golpeados por la tragedia con el fin de ayudarles a salir adelante, como en los negocios de cualquier otro sector. También es ... comprensible que alguien rece para que el sorteo de Navidad deje un buen pellizco allá donde más se necesita, entre otras zonas, en l'Horta Sud, las pedanías de Valencia afectadas y Letur, en la provincia de Albacete. Todas ellas están sufriendo lo indecible desde aquel martes de octubre y sería maravilloso que hasta el cielo les echara una mano. Pero no deja de ser simplemente un buen deseo y una súplica a los dioses, al azar o al 'fatum'. No pasa de ahí, de un anhelo. Nada que ver con la realidad ni con esa extraña convicción que nos lleva a creer que en el éter del universo hay justicia poética. No la hay. Ni siquiera entre los humanos que somos conscientes de lo que es y de la necesidad que tienen muchos de ella pero, sobre todo, que podemos construir las condiciones para que esa justicia esté más cerca. Si en ese caso no existe, ¿cómo esperar que llene un espacio infinito y vacío? No hay nada que nos asegure que el Gordo vaya a tocar en Paiporta, Chiva o Catarroja. ¿Que nos gustaría? Sin duda ninguna. Sería como el guion entrañable de un anuncio de Lotería. ¿Se imaginan? Nos haría más ilusión ver a familias que lo han perdido todo resultar agraciadas el 22 de diciembre que constatar que el premiado es nuestro boleto. Total, ya damos por ajeno el premio, al menos, una servidora, descreída del azar que solo compra lotería en estas fechas por presiones de amigos y familiares con sus fallas, sus clubes de senderismo y los equipos de fútbol de los críos. Cuando llega la fecha, solo me ilusiono lo justo, porque sé que terminará la retransmisión y romperé los décimos no premiados o, con suerte, recompraré para el Niño a cuenta del reintegro.
Por eso, me haría especialmente feliz que este año el Gordo bajara al barro, literalmente, y regalara algo de bálsamo para tanta herida aún abierta. Es posible que eso me diera la fe que no tengo en los juegos de azar.
Sin embargo, es solo un desiderátum porque cuesta imaginar que ocurra de verdad. Lo difícil es aceptar que esa superstición relacione una fecha nefasta con un golpe de suerte. No consigo entender cómo se agota el número 29 en la compra de lotería, la verdad. No es fácil esperar suerte de un número que nos la trajo tan mala. Quizás por eso lo deseamos, para ahuyentar el mal fario y exorcizar el día.
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