Ocho años callados, sin nada que reivindicar para alumnos, familias y profesorado. Nada, mientras gobernaba la izquierda botánica. Pero ha cambiado el escenario y apenas ... diez meses después de la llegada de un nuevo gobierno, se les terminó la astenia combativa y el adormecimiento. Como en el cuento de Charles Perrault y los hermanos Grimm que bastó un beso (las urnas en este caso) para despertar de un larguísimo letargo. Desde STEPV, UGT, CCOO, CGT y cuantos conforman la Plataforma en defensa de l'ensenyament públic del país valencià, ya se ha roto el hechizo y llegan tiempos de nuevos bríos y entusiasmo. Tanto que ya tenemos convocada la primera huelga de la legislatura; la del sistema educativo valenciano.
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Y por muy generosa que sea la interpretación de su argumentario, no existe razón objetiva sobre la mesa para convocarla que no sea por el legítimo derecho constitucional que todos tenemos a manifestarnos o por las ganas de desgastar a un gobierno legítimamente elegido que desprende la medida. No cabe más. Porque asegurar que se movilizan porque el Consell está atentando contra «la escuela pública y en valenciano» y que sus medidas van a crear futuros «guetos» en colegios para pobres y ricos, es de una desmedida tal que sólo puede entenderse como la consecuencia de una llamada a rebato para hacer ruido.
Sorprende que entre las razones de la convocatoria hayan olvidado citar la libertad que van a tener las familias de decidir la educación que quieren para sus hijos. Es mucho mejor sin duda -modo irónico- la visión tubular de sentido único antes que permitir la visión periférica ¿Acaso no es una medida social y progresista permitir que un padre elija libremente el colegio donde estudiar sus hijos con independencia de la zona donde viva o de los recursos que tenga? ¿Y que se establezca un criterio de admisión donde el primer punto sea precisamente tener las rentas más bajas? ¿No es social una educación gratuita de 0 a 3 años o elegir el idioma vehicular en el que se prefiere formar a los hijos? No, parece ser que no. Que un modelo así debe llamarse de segregación y no de oportunidades.
Igual la motivación está más en que se está acertando con las medidas -incluyendo la retirada de los teléfonos móviles de las aulas-y que en tan solo diez meses se está cumpliendo con lo prometido en la campaña electoral. O puede que también, los convocantes tan poco acostumbrados a la concordancia entre los hechos y la palabra dada, prefieran relacionarse con gestores poco fiables, proclives a decir una cosa y hacer justamente la contraria. En cuyo caso, cabría disculparlos. Y como todavía el conseller de educación no ha dicho ni media palabra contraria a ampliar la red pública de enseñanza, la huelga es más que precipitada. No olvide el conseller Rovira aquello tan quijotesco de «ladran, Sancho, señal que cabalgamos».
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