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Ya lo pueden llamar diálogo democrático, conversaciones discretas, o necesidad de entenderse, que lo cierto y verdad es que estamos asistiendo a una partida de ... póker a dos que se conocen tanto, que se temen. El futuro de Cataluña y puede que el de España, en manos de dos tahúres con las cartas marcadas e idéntico estilo de juego. Sánchez y Puigdemont unieron su vida política por necesidad y mero interés y se manejan con los mismos parámetros; egocéntricos, tramposos, populistas, mesiánicos e incapaces como Atila de permitir que la hierba crezca bajo sus pies. Cortados por el mismo patrón. De ahí el interés que despierta la contienda y el pulso por ver cuál de los dos va de farol. Cualquiera puede convertir un amago en un movimiento de impredecibles consecuencias.
Está tan lleno de personalismos y yoismo el escenario, que el batacazo de ERC o la contundente victoria de Salvador Illa están quedando relegados a un segundo plano. Aquí se centra todo al acción-reacción, ver quién da un paso y responder después. Como si las urnas no hubieran hablado suficientemente claro. Pues parece que no. El fugado recordando a Sánchez que fue Feijóo quien ganó las elecciones y que gracias a él es presidente y que lo mismo debería ser ahora, con un Illa que aun ganando debería pasar a la oposición. Favor con favor se paga. Y la traición también. Y puede que haya algo de eso.
Porque de las vergonzosas conversaciones en Suiza, habría otros acuerdos tácitos no reflejados por escrito, como el de despejarse mutuamente el camino. Uno facilitaba la llegada a Moncloa y el otro a cambio, exigía la Presidencia de la Generalitat. Y de aquellos barros, estos lodos. De los mecanografiados, están el del plurilingüismo, la malversación y la sedición, cercanías, fronteras e inmigración y en quince días, si nadie lo impide, el BOE publicará la Ley de amnistía y Puigdemont podrá volver a pasearse tranquilamente por Cataluña. Esa será su imagen de la victoria y la afrenta más grande para Sánchez por mucha normalidad y espíritu conciliador con que se justifique.
Y como de órdagos y faroles va toda partida de póker, si a Sánchez le interesa vender que su receta de la amnistía ha funcionado porque ha ganado Illa y el independentismo ha retrocedido, al otro le conviene trasladar una imagen de fortaleza y vender que tiene a Sánchez humillado y comiendo de su mano, otra vez. De hecho y por muchos ases que los dos se guarden en la manga, aquí nadie duda que Puigdemont es capaz de todo y más estando amnistiado y que Sánchez no tiene un plan B con el que acallarlo de una vez. Veremos mucho movimiento hasta el 9 de junio. Ya decía la Fontaine que «es doble placer engañar al engañoso». Habrá que ver quién es quién.
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