Todo indica que en las vacaciones de agosto va a resultar muy difícil poder desconectar. Como se diría coloquialmente, julio se marcha con demasiada ropa tendida en la escena política. Hay mucho informativamente hablando entre asuntos abiertos a la espera de novedades, otros aletargados pero ... vivos y a la espera de ser resucitados y muchos más que andan todavía en ciernes. Y todo puede virar en cualquier momento. Como para perdérselo. El común denominador es la zozobra e inquietud que provocan entre la ciudadanía. Y no precisamente por la legal (y policial) consideración de «apariencia de delito» que está por determinarse en todo caso, sino por la pinta que desprende su envoltura, el semblante o la traza. Sin ser Hércules Poirot, las evidencias y los hechos conocidos abren como una espita un torrente de sospechas. Se emiten autos de conjeturas y juicios de valor temerarios cuando quien debe ser ejemplarizante no lo es y quien debe dar explicaciones, no las da. En política, del descrédito no se vuelve nunca y menos si se anda mintiendo.
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No estarán probados los hechos, pero las sospechas en asuntos turbios hay varios: El uso en beneficio propio de ser la mujer del presidente del gobierno y vivir en la Moncloa y el conocimiento/implicación que este tenía sobre sus actuaciones y manera de proceder captando fondos -a Alfonso Guerra le pasó idem con su hermano- el absentismo laboral y fiscal del hermano de Sánchez, el beneficio que sacó el hermano de Puig de las subvenciones públicas que él le concedió en última instancia, la factura no contada de ERC y Junts con la que pusieron precio al sillón de la Moncloa, el papelón de Marlaska retirando el control de fronteras en el País Vasco -y en breve en Cataluña- a GG y Policía Nacional, la sentencia 'a la carta' del Constitucional exonerando de responsabilidad penal -que no política- a Chaves y Griñán o el caso Abalos-Koldo.
Sánchez ha emprendido una huida hacia adelante con el silencio, el victimismo y la sobreactuación como armas. No da explicaciones ni acepta su condición de ciudadano raso ante la Ley; ni informa ni desmiente los supuestos chanchullos de su mujer o el conflicto de intereses que tiene abierto en su familia, ni habla de los pactos vergonzantes que ha firmado con los golpistas catalanes (así los denomina el TS), ni conocemos los otros acuerdos alcanzados con Marruecos y ni tan siquiera permite que otros 17 presidentes, tan legítimos como él, sean informados del devenir del Estado. Sánchez podrá tener derecho a callar; el mismo en todo caso, que el resto de opinar. Así que, mientras esperamos que la vuelta al cole enseñe a los ministros Alegría, Bolaños, Marlasca, Puente y Montero a estar a la altura del su papel institucional, el resto haremos bien en relajarnos con los éxitos que cosecharán seguro los atletas españoles en los juegos olímpicos. Nos vemos en septiembre. Desconecten si es que pueden.
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