Se acoge a su derecho a no declarar. Es su estrategia de defensa y no hay nada que objetar salvo que las formas y la responsabilidad pública son muy importantes cuando se es la mujer del presidente del Gobierno. La misma proyección social que le ... valió en su carrera para beneficio propio (según parece) y que la mantiene como investigada, debería haber sido motivo más que suficiente para colaborar con la justicia y tener una actitud ejemplarizante. No hablar en este momento, como tampoco hace su marido, es sintomático del desprecio que siente hacia el procedimiento judicial que protagoniza y lo delicado de su situación procesal. No se está juzgando su grado de responsabilidad judicial, se juzga su apariencia. Y aquí deja mucho que desear.

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Begoña Gómez no puede acogerse cuando convenga al papel de simple ciudadana. Mientras disfrute de los privilegios de asistir a un juzgado rodeada de seguridad bajo un amplio dispositivo policial, escoltada y camuflada en un coche con las lunas tintadas que entra por el garaje para evitar ser vista por la prensa, su consideración es otra y su obligación de ser ejemplar debería ser acorde. Un tratamiento VIP que no tuvieron otros ilustres sometidos a la 'pena' de pasillo antes que ella. El mutismo de la pareja con un asunto tan serio está sirviendo para aumentar la sensación de andar ocultando algo o de no hablar porque no se sabe que decir ante unas evidencias cada vez más elocuentes. «El que nada esconde nada teme» le sería de aplicación según la creencia popular.

Y aunque el relato oficial extenderá como mancha de aceite lo de fachosfera, lawfare, campaña de bulos y difamación o maniobra de la extrema derecha, solo hay una verdad irrefutable en todo esto: hasta que no se ha acusado al hermano del Sánchez y a la mujer de Sánchez, el presidente nunca antes tuvo necesidad de hacer planes de regeneración democrática ni acusó a la prensa de hacer campañas de difamación. Lo hace hoy, acorralado por los escándalos y con las instituciones y organismos del Estado parasitados y bajo sospecha continua como nunca antes habíamos tenido en 45 años de democracia: La Fiscalía General del Estado, El Constitucional, RTVE, el Tribunal Supremo, el Banco de España, el CIS...

Sánchez está empezando a pagar el coste en popularidad y desafecto. Un cansancio con su manera de gobernar que quedaron patentes desde los partidos amigos como Junts, ERC o PNV o con los jugadores de la selección. Carvajal, Joselu y hasta el propio Yamine Lamal -tan politizado por la izquierda y sobre el que ahora no conviene hablar- por la desgana y falta de afecto con que le estrechó la mano escenificaron el malestar social que está aislando, cada vez más, al titular del gobierno. El respeto que se le tiene al cargo está dejando de tenerlo la persona.

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