El ser humano es contradictorio, está desanimado pero se entrega al desfase. Es fácil darle vueltas a este pensamiento mientras se observa el fervor consumista que recorre los centros comerciales en los días a caballo entre el Black Friday y el Gordo de Navidad. El ... festín sensorial de música, luces chispeantes, dorados y ostentación ornamental tiene un sabor muy extraño esta vez. Hay puesta en escena, pero también se palpa retención ¿Qué se debe hacer este año para no molestar ni ofender? Porque la tragedia impone que no estemos hablando de las ganas que tengamos de celebrar la Navidad -que hay pocas- sino de lo que resulta prudente hacer.
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Es la decisión entre dos caminos posibles; si celebrar la Navidad en su acepción jubilosa y vital o si, por el contrario, imponer unas fiestas más austeras y castellanas de bajo perfil. Y a excepción de los actos que tienen que ver con los niños -para no privarles de sus días más deseados e ilusionantes- se impone la moderación entre los adultos. Así deben conducirse todas las administraciones. Porque nada puede ser igual que antes, cuando el 40% de la población de la provincia de Valencia no había sido devastada ni 224 personas habían perdido su vida sepultada por el agua ¿Hay sitio para la celebración en medio de tanta tragedia y el dolor? No, aunque suponga enfrentarse a quienes reivindican que la vida debe seguir pese a todo.
Con solo un mes de distancia no resulta indicada la recurrente ostentación de materialismo, diversión y superficialidad en la que caemos estos días y mucho menos si se hace frente a quienes por perder, lo han perdido todo, incluidos seres queridos. Ni por educación, ni por respeto, ni por corazón. Ponerse en la piel del otro cuando árboles de Navidad, bolas de colores, muñecos de Papá Noel y cadenas de lucecitas invitan a no pensar en ellos. Ayudaría reflexionar sobre qué casa van a decorar los que ya no la tienen, qué manjares pondrán a la mesa en Nochebuena o que regalos traerán a sus hijos los SSMM los Reyes Magos de Oriente. Su preocupación no podemos distraerla.
El Ayuntamiento de Valencia ya ha realizado el encendido de las luces de Navidad, en tono comedido y con la sensibilidad de rendir homenaje a las víctimas de la DANA, pero poco más se debería hacer oficialmente. A excepción de la cabalgata de Reyes, otra vez por los niños, poco más debería contener la agenda de Nadal. Miles de valencianos vivirán en la intimidad y como puedan «su» Navidad más amarga y los demás deberíamos conducirnos en solidaridad con su dolor. Aunque sea sin querer, las exhibiciones de júbilo pueden resultar muy dolorosas.
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