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Divide et impera. La vieja estrategia de indisponernos los unos contra los otros para evitar una concentración de fuerzas que terminen por erosionar al poder, ha vuelto en el inicio del curso político. Es la receta servida desde la Moncloa de Sánchez para asegurar la ... flotación en momentos de especial dificultad. Si la crítica crece peligrosamente, nada mejor que fragmentar a los oponentes en cuantos más frentes mejor, impidiendo un todos a una como en Fuenteovejuna y fomentando el todos contra todos. Nada nuevo, aunque lo que deja entrever el acogerse a esta táctica de Perogrullo es muy significativo. Que algo tan descarado y previsible se dé desde ese sanchismo de golpe de efecto, sorpresa, nocturnidad y contubernio, solo puede interpretarse como síntoma de debilidad, ausencia de iniciativa y hasta temor.
Muy bien no deben de irle las cosas a Sánchez. El movimiento de Escrivá, Óscar López y Diego Rubio es sintomático de su necesidad de nuevos bríos ¿Se le están agotando las ideas? ¿Se siente desprotegido por los suyos? Seguramente hay mucho de ambas. De hecho, en el nombramiento de un tecnócrata, Doctor en «ética del engaño» como nuevo muñidor de su estrategia, estaría la clave de sus movimientos. Sánchez precisa renovarse sin pérdida de tiempo. Y a la espera de nuevas ideas, se aferra al enfrentamiento y la huida como mejores bazas.
Le interesa mantener a la defensiva a todas las autonomías por el trato de favor (firmado) hacia Cataluña, sigue anclado en el discurso de los ricos (los del Lamborghini) frente a los trabajadores, sigue culpando a Rajoy (hace 6 años que se fue) y Ayuso como causa de todos los males, impide la convocatoria de una Conferencia de Presidentes mientras anuncia que llamará uno a uno por separado -naturalmente- a todos, se llena la agenda de viajes internacionales que evitan su comparecencia en las sesiones de control y convoca a los suyos a un congreso extraordinario en noviembre para que cierren filas en torno a él. Sintomático de agotamiento y falta de pegada.
Fin a las vacaciones estivales y Sánchez habla para no decir nada. Tiene una exposición de corte populista que merma una vez más su credibilidad. Subir los impuestos a los ricos y acometer una nueva fiscalidad con anuncio del milagro de los panes y los peces incluido. Ni media referencia a su mujer, a su hermano (y su no fiscalidad) a Ábalos, a Zapatero, a Maduro, a Puigdemont, a Illa, ni sobre un nuevo modelo de financiación. La nada. De lo importante y trascendental se mantiene tan mudo como el colega Zapatero. Sin voz y si quieren, hasta sin vergüenza. Los suyos han empezado a revolverse y veremos hasta donde llega el amago, que de palabrería ya andamos muy sobrados.
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