Urgente La juez de la dana imputa a la exconsellera Pradas y al exsecretario autonómico Argüeso

Igual deberíamos concluir que el diálogo es una entelequia, al menos en la política. Una visión panorámica de la actualidad permite comprobar cómo la discrepancia ... razonada, el intercambio de ideas, incluso la legítima rivalidad llevan tiempo desaparecidas de la escena, al menos con las más mínimas normas de urbanidad y educación. Han sido sustituidas por el frentismo, la crispación, el matonismo y el ruido. Qué lejos quedan aquellos tiempos en que sus señorías nos deleitaron con su oratoria y su altura intelectual. Hoy ni se escucha ni se conversa ni se aprende, qué es lo peor.

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Aquella España de la democracia incipiente que supo construir desde la diferencia, que se enriqueció de puntos de vista diferentes y que mantenía una firme voluntad de llegar acuerdos en pro de un país mejor, sería imposible hoy en día. Porque ya no se quiere escuchar. No interesa. No queda grandeza ni ganas de construir, hay excesivo oportunismo. Se prefiere situarnos en extremos; rojos y azules, derecha e izquierda, blancos y negros y sin posibilidad de otras tonalidades intermedias. El todo o la nada. Como vagones circulando por una única vía posible, polarizados que diría la RAE y convenientemente instruidos por un alud de medias verdades y mentiras directas. Lo que se lleva es el relato populista, no la verdad. Un recurso que golpea el entendimiento, como un martillo pilón, o como la fina lluvia que no empapa, pero que va calando. Manipulación y sectarismo ideológico.

Y es justamente en momentos de especial desánimo y desafectación por lo político cuando la exigencia debería ser mucho mayor. Resulta deprimente asistir a sesiones plenarias y comparecencias que dan protagonismo a altaneros de paga asegurada entregados a la refriega con tanto ardor que sonrojan. Qué espectáculo el de esta semana por los habituales de «la única verdad es la mía» a lo Bernarda Alba con imágenes de represaliados por el franquismo. Adueñándose del dolor de otros y calificando como «vergonya» el gesto del President por situar sobre su mesa la imagen de Miguel Hernández que le había entregado el portavoz socialista. Vergüenza son otras cosas, señores

Ya no se quiere escuchar. No interesa. No queda grandeza

Vergüenza es sembrar odio en nuestras instituciones, no comportándose con el decoro exigible. Vergüenza han sido las intervenciones de Puente, Baldoví , Montero, Puigdemont, Bolaños y una desaforada Isaura Navarro a punto de explosionar de ira desde la tribuna de Les Corts como ya le sucedería a la ministra Redondo en el Congreso. Vergüenza es no estar a la altura de lo exigible. Y vergüenza, es decir que ETA nunca fue una banda terrorista, que era otra cosa. Igual alguien me puede responder ¿Qué hicimos mal los españoles para tener este nivel?

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