Una agencia estatal
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No esperaba gran cosa, la verdad. Sabía que el pleno en Les Corts iba a decepcionarme, pasara lo que pasara. Y, en eso, curiosamente, no ... me decepcionó. Desconfiaba porque llevamos días viendo por dónde va cada uno y, tratándose de partidos políticos solo hay una ruta, la del voto.
No esperaba la dimisión de Mazón, pero sí que la exigencia se convirtiera, como sucedió, en el mantra que vamos a escuchar a diario por parte de la oposición hasta el final de los días, que, en clave política viene a ser el final de la legislatura. Las pancartas y protestas se sucederán en una suerte de campaña electoral de la marmota durante los próximos tres años. Está por ver lo que aguantará Núñez Feijóo con ese desgaste. Porque estoy segura de que Mazón resiste, pero no el presidente del PP si ve peligrar su acceso a la Moncloa. En ese sentido, mucho tendrá que redimirse Mazón para repetir candidatura. Poco importa que lo haga bien o mal. Él lo fía todo a su liderazgo al frente de la reconstrucción, pero la oposición ya se ha aferrado al «váyase, señor Mazón» y no habrá quien la mueva de ahí.
El problema es que, siendo muy cuestionable su actuación del día 29, no es sensato ni práctico reducirlo todo a él. Es una pura estrategia del PSOE para recuperar Valencia y, de paso, minar la credibilidad de Feijóo quien, por cierto, no necesita ayuda externa para lograrlo. La pancarta de 'Mazón, dimisión' tiene una derivada preocupante. Ojalá todo se hubiera debido a un mal gobernante. De ser así, bastaría con quitarlo a él. Pero no es así y lo saben incluso quienes centran sus iras en él. O en Sánchez.
Lo que está pidiendo a gritos esta situación es una auditoría externa, independiente y refractaria a los intereses partidistas. O sea, una utopía que no veremos jamás. Sería lo mejor para asegurar que no se busca el servicio político sino un análisis técnico y especializado que muestre los fallos y proponga soluciones. De los gestores será después la responsabilidad de buscar fondos y decidir los plazos de ejecución. Cualquier otra cosa, incluida la comisión de investigación, será una guerra entre partidos, no un chequeo desapasionado como punto de partida para asegurar que esto no se repetirá. Como en los accidentes aéreos, se necesita una agencia estatal, independiente del poder político, que analice cada catástrofe para mejorar procesos, coordinación y protocolos. Se pidió también para el ferrocarril, tras el accidente de Angrois, de modo que tal vez lo adecuado sea una sola agencia que revise lo que falla en cada tragedia nacional.
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