Urgente Óscar Puente anuncia un AVE regional que unirá toda la Comunitat en 2027

Tengo ganas de aburrirme, pero aburrirme de verdad. Que me invada la sensación de hastío y fatiga, que note la densidad en el ambiente, que me harte de bostezar. Llegar a ese punto, que ni recuerdo desde cuándo no me pasa. Eso significará que no ... tengo nada urgente que hacer, que se me han acabado los planes pendientes, que mi curiosidad ha cesado, que he conseguido desconectar de todo, que la humanidad entera se ha olvidado de mí.

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Quiero gritar me aburro. Me aburro, me aburro, me abuurrooooooo. Como cuando éramos unos críos y cada dos por tres entonábamos esa muletilla cargados de razón para desesperación de nuestros padres y hermanos. Porque entonces sí teníamos tiempo libre de verdad y necesitábamos rellenarlo con actividades todo el rato. Porque entonces no éramos conscientes del gusto que puede llegar a dar dejarse deleitar por la nada mientras las horas transcurren. Hay cosas que aprendemos demasiado tarde en esta vida.

Aburrirse en el día a día es algo que casi nadie puede permitirse. Es un lujo. Aclaremos que existen, al menos, dos tipos de aburrimiento. Uno bastante desagradable, que es el provocado por la rutina o por el desempeño de una tarea que no nos satisface. Y otro, mucho más gozoso, que es el que decidimos por nuestra cuenta y riesgo cuando dejamos de ser productivos y empleamos nuestro tiempo en la pura contemplación.

Treinta días no son suficientes para infectarnos de ningún síndrome, ni siquiera el del ocio

Tampoco es sencillo que suceda algo así durante el fin de semana, que son los días que reservamos para realizar todo aquello que nuestra jornada laboral nos suele impedir.

He leído que existe un trastorno asociado a las vacaciones al que llaman síndrome del ocio y que aparece cuando nos detenemos y dejamos de lado nuestros quehaceres diarios. Vaya por dios, al parecer vamos a tal velocidad que frenar en seco nos puede pasar factura. Los expertos aseguran que si nuestro cerebro está acostumbrado a un ritmo vertiginoso someterle a un cambio acarreará consecuencias no deseables. Y aconsejan un entrenamiento para evitar una situación así. Había escuchado muchas razones para ir a entrenar pero nunca la de preparar nuestra mente para que se tome un descanso. Aunque a ese entrenamiento sí que me apunto, que ese no exige pesas ni incorpora una rutina con saltos y sentadillas.

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No se me ocurre mejor método para combatir el síndrome del ocio que acumular más periodos vacacionales, que en lugar de reservar un mes para el descanso total sean dos o tres. A ver si así, de verdad, existe la posibilidad de aburrirse. De gritar con fuerza «me aburrooooo».

Porque sé de unos cuantos, entre los cuales me incluyo, que todavía no hemos empezado las vacaciones de este año y ya vemos difícil encajar el aburrimiento, el tedio, el sopor... Treinta días no son suficientes para infectarnos de ningún síndrome.

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