Urgente Un cortocircuito en el techo de la cocina se apunta como causa del incendio en el bingo de Valencia

Si dos vecinos con economías y modelos de vida dispares pueden llegar a un acuerdo para acometer obras en el mismo edificio por el bien del vecindario, si dos amigos se esfuerzan para salvar sus diferencias con el fin de mantener su relación, si mi ... suegro y yo somos capaces de entendernos y querernos pese a nuestras discrepancias políticas me cuesta creer que los miembros de partidos distintos no logren coincidir en ningún asunto por el bien de nuestro país.

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Es algo a lo que tristemente nos hemos acostumbrado, no nos asombra que las bancadas del Congreso tengan posturas opuestas en absolutamente todo, que no haya temas en los que ellos mismos se obliguen a trabajar juntos. Posiblemente los votantes hayamos alimentado esta situación por el modo en que entendemos la política actualmente, como si en lugar de en las Cortes se disputase en un estadio, celebrando como si fueran goles que determinadas leyes salgan adelante o se bloqueen.

Hubo un tiempo en el que, aunque con esfuerzo, se alcanzaban Pactos de Estado de diversas materias entre socialistas y populares, junto a otras fuerzas minoritarias. No parecía imposible que se firmasen documentos comunes sobre cómo actuar ante problemas graves de relevancia nacional.

El parque natural de Doñana ha dejado de ser un campo de batalla para convertirse en un símbolo de acuerdos

Pero en los últimos años las formaciones políticas se han alejado de este tipo de tratados, no muestran ninguna predisposición a aliarse en nada, como si en su ADN estuviese obstaculizar cualquier acuerdo en lugar de propiciarlo. Como si se penalizase a aquellos que buscan consensos por considerarlo algo propio de débiles o de locos. ¿De verdad los votantes del PP y del PSOE nos hemos distanciado tanto, tanto, tanto como para ser incapaces de localizar algo que nos pueda unir? Comprendo que haya cuestiones en las que sea imposible acudir juntos el mismo destino, pero me espanta que no alberguemos la esperanza de encontrarnos y reconciliarnos en algún punto.

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Por todo esto me ha congratulado leer que la vicepresidenta del Gobierno Teresa Ribera, del PSOE, y el presidente andaluz Moreno Bonilla, del PP, se hayan reunido, hayan hablado y hayan pactado aplazar el debate parlamentario para aprobar la ley que preveía regular regadíos ilegales junto a Doñana.

El parque natural ha dejado de ser, al menos temporalmente, un campo de batalla para convertirse en un símbolo de que otra forma de hacer política es posible en un país que desde hace años parece condenado a guerras fratricidas y a vivir instalado en la gresca.

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Es probable que esta tregua no dure mucho, que enseguida venga a alguien a romperla, o que no conduzca a una postura común definitiva, pero ver a los dos políticos figurar juntos y no contradecirse por una vez alivia, abre la puerta a un nuevo tiempo en el que la crispación no sea permanente.

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