Las palabras están bien. Hacen reflexionar y reconfortan en muchos sentidos, sobre todo cuando sirven para explicar y resolver emociones. Los discursos son bienvenidos, si están elaborados es posible que inviten a meditar y pueden ayudar a tomar buenas decisiones. Los gestos son significativos y ... reconfortantes, generan imágenes simbólicas que perduran en el tiempo. Y, en definitiva, son una muestra de afecto y a cualquiera, claro está, le agrada ser el centro de un acto simbólico pensado específicamente para él. Todo esto está bien, muy bien.
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Pero lo que realmente prevalece y en numerosas ocasiones es lo que más se necesita son los hechos. No hay que desestimar los deseos, ni las frases de consuelo, ni los ánimos, ni el abrigo, ni el apoyo moral. Todo eso contribuye a mejorar la disposición ante una desgracia, ante una situación fatídica. Nadie lo duda. Pero las soluciones suelen llegar de la mano de actuaciones directas, de obras ejecutadas, de tareas que sirvan para encontrar un remedio ante la adversidad.
Ahora que se van a cumplir dos meses tras la cruenta riada que asoló a decenas de municipios valencianos, y coincidiendo con el final de año, toca recapitular medidas llevadas a cabo y revisar lo que se ha hecho y lo que falta por hacer. Porque sí, en estos días y en otros es importante dar aliento, sobre todo si se realiza desde instituciones que cuentan con un gran altavoz mediático, pero eso no se traduce en nada material, que es lo que cientos de afectados siguen reclamando. Precisan de carreteras por las que circular con normalidad, vías de tren por las que desplazarse, locales que no continúen enfangados, hogares reconstruidos en los que recuperar vidas. Y eso solo se logra con presupuestos, con efectivos, con planes concretos, con disposiciones. Eso corresponde a la gestión política y a la actividad de los técnicos. No queda otra. Los mensajes pueden animar, incluso motivar, pero lo que cambia la realidad de muchas personas, su día a día, son las maniobras directas, el trabajo que traen consigo resultados constatables.
Las buenas intenciones deben ser aplaudidas, pero lo que habría que poner en valor son las resoluciones. Y ya es momento de poner negro sobre blanco en lo que se ha hecho. Para dejar constancia de ello. Y para descubrir lo que no se ha hecho, y evitar que se retrase más.
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¿Sobre qué se ha actuado en estos dos meses y quién lo ha facilitado? Porque en este escenario hostil en el que nos hemos instalado tendemos a dibujar solo nubarrones y a igualar a todo el mundo. Y no todo el mundo es igual en las administraciones ni en cualquier organismo con poder ejecutivo.
Tendemos a alabar los discursos benévolos, pero no realzamos lo suficiente las faenas correctamente realizadas. Y, si las ha habido, hay que saber quién las ha realizado y cómo. E imitar sus procederes. Y colocarse a su altura. Dos meses después no hay excusas, necesitamos hechos.
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