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Hace unas semanas Manolo Valdés -que sigue incansable repartiendo meninas por el mundo- se despachaba a gusto contra el actual equipo directivo del IVAM al que acusaba de haberlo deteriorado y de provocar su retroceso en sus tres años de gestión. Lo hacía en este ... periódico en una entrevista (a cargo de mi compañera Carmen Velasco) en la que no dudaba en tildar al museo valenciano de «irrelevante».
¿Cómo se mide la relevancia de un museo? Pues tengo dudas. ¿Por el número de exposiciones que programa? ¿Por las colas que acumula? ¿Por el grado de satisfacción que genera en quien lo frecuenta? ¿Por las polémicas que suscite? Valdés no lo aclaraba. Se limitaba a señalar que la pinacoteca en la actualidad «casi no existe». Supongo que en comparación con otros centros a los que no mencionaba. Si los supiésemos tal vez podríamos deducir lo que el artista considera relevante o no.
Acudí al IVAM este pasado fin de semana para visitar la exposición 'Popular', antes de que cierre en unos días. Me sorprendió más de lo que imaginaba. A través de obras de la colección del museo plantea por qué se han popularizado en este siglo y en el anterior diferentes asuntos y conceptos. De este modo se presentan más de 1.500 piezas ordenadas por temáticas que invitan a reflexionar sobre símbolos, modas e imaginarios colectivos que nos han acompañado en los últimos años. Y en mi caso lo consiguió, me hizo pensar.
¿No es relevante que un museo logre eso? De hecho creo que debería ser uno de los objetivos que todos persiguiesen. De mi visita me sorprendió también comprobar la cantidad de público joven que había en la sala, teniendo en cuenta lo difícil que resulta atraer a este segmento de la población a espacios de estas características. Eso también me parece relevante.
El IVAM de Enguita no tiene nada que ver con el de Carmen Alborch ni con el de Yvars, claro que no. Aquel era más experimental y sobre todo se desarrollaba en un momento en España en el que apenas existían centros de arte moderno. Ni con el de Barañano, que apostó por sacar la chequera para atraer grandes nombres. Muy propio de una época en que la cultura en los ayuntamientos y gobiernos autonómicos se medía con billetes. Ni tampoco con el de Ciscar, cuya gestión estuvo marcada por las irregularidades en su gestión y las acusaciones de malversación, prevaricación y falsedad en sobrecostes. Peor que entonces es difícil que haya estado el museo.
Enguita tenía un proyecto, que podía gustar más a unos que a otros, pero al que no se le pueden negar méritos. No al menos sin razonarlo bien, con afirmaciones trazadas con brocha gorda o con acusaciones (como la que propició su dimisión) que luego no van a ninguna parte. Porque el que sale perdiendo es el IVAM, una vez más, que ahora sí se ha quedado de nuevo sin hoja de ruta y sin un rumbo claro hacia el que dirigirse.
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