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Tengo un amigo que apunta a que el 99% de lo que se afirma sobre la Inteligencia Artificial es ocurrencia, pero reconoce el derecho a expresar mi propia especulación como la de cualquiera. Acá va: ¿Y si la IA nos supera en ciencias y en ... tecnología, no estará la utopía en las humanidades y ciencias sociales? Siempre podemos pensar que también en estas áreas la IA podrá suplantarnos, si bien sería partir de un error que es confundir el acierto con la elección. Sobre todo, porque no todos coincidimos en la misma definición de lo correcto y lo erróneo.
Digo esto por el impacto que la IA tendrá en prácticamente todas las profesiones, y por consiguiente en la formación, y que todavía no llegamos a atisbar en todas sus implicaciones. Insistimos en que la IA será perfecta para las tareas rutinarias y repetitivas, pero si reflexionamos sobre su uso veremos que dejamos en sus manos muchas tareas creativas. ¿Qué pasará con las carreras STEM, ahora tan en pujanza, si la IA perfecciona sus resultados? Si diagnostica y opera mejor que los médicos, si comienza a escribir su código en sustitución de los programadores, si analiza la eficacia y eficiencia de compuestos y materiales y propone otros diseños, etcétera. Leí el otro día un artículo que señala que la IA está haciendo habituales nuevas palabras en las presentaciones científicas, para escarnio de los investigadores.
Imagínense el vuelco que se produce, pues, si esas notazas superiores al trece en Selectividad que permiten entrar en las carreras científicas más deseadas, esas inversiones y esfuerzos familiares para cursar estos estudios en la privada, sean en balde frente a la gran sustitución que anuncia esta tecnología. En contraste, las depauperadas humanidades y ciencias sociales tendrán su revalorización. La IA requiere de un desarrollo jurídico y de un marco ético que acote, dirija, proteja y subordine su futuro.
Leí por primera vez esta semana el concepto «Algorética» por lo acertado del término y comprobé que lleva años gestándose. Ya en 2020 lo citó el Papa Francisco: «Hablar de tecnología es hablar de lo que significa ser humanos y, por tanto, de nuestra condición única entre libertad y responsabilidad, es decir, significa hablar de ética». Se trata de incluir los valores universales o, al menos, la convergencia ética de las distintas formas de ver el mundo para eliminar los sesgos y prejuicios que incluyen los algoritmos. Recordaba el propio Francisco que, pese a denominarse generativa, la IA más bien es «reforzadora» porque no desarrolla conceptos nuevos sino que «reordena los contenidos existentes, contribuyendo a consolidarlos, muchas veces sin controlar si tienen errores o prejuicios».
«La educación-continuaba el Papa-, que debería dar a los estudiantes la posibilidad de una reflexión auténtica, corre el riesgo de reducirse a una repetición de nociones, que se considerarán cada vez más incontestables, simplemente a causa de ser continuamente presentadas» ¿Acaso no es realidad ya este diálogo de besugos artificiales en el que el profesor extrae las tareas de ChatGPT y el alumno realiza los deberes con Copilot?
De las tres grandes responsabilidades sociales de la escuela -custodiar a los menores, instruir a profesionales y formar ciudadanía-, ésta última exige reforzar la relevancia escolar de la ética y las humanidades. No sé, me da más confianza que los escolares que en el futuro decidirán sobre la humanidad profundicen en estas materias antes que adelantar la enseñanza de programación en los currículos. Las utopías son las visiones de los hombres contra las distopías de las máquinas.
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