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Plantear siquiera una duda sobre la democracia, propagar el 'todos son iguales', recurrir al asamblearismo o al 'poble salva poble', suponen un riesgo casi inasumible, y cebar de detritus el magma primigenio del que salen los populistas y dictadores. Es peligroso saltarse o menospreciar la ... fundamental legitimidad que representa el cargo electo. No hay título académico que iguale, ni de cerca, que un gobernante ocupe el puesto con el exclusivo currículo de los votos. No hay que confundir crítica con deslegitimidad.
Establecido como inamovible la anterior consideración, el parlamentarismo, se ha visto extendido a las redes sociales y en este debate participa cualquier ciudadano, y no son únicamente los diputados y diputadas los que despliegan sus argumentos, sino que de manera más o menos organizada permite acompañarse de un ejército -humano o virtual- que refuerce las palabras y las imágenes. La consecuencia ha sido una política en la que la propaganda ha ganado un peso entre excesivo y forzado y han proliferado las campañas, los insultos y la lucha por el «relato».
También ha ideologizado las propuestas electorales de los partidos, priorizando los mensajes y posicionamientos centrados en los puntos de fractura social. Este salto es fundamental para activar el voto, sea por adhesión propia o rechazo a otros. Por ejemplo, en una cuestión educativa emocional como es la lengua de enseñanza ocupa un lugar privilegiado en la confrontación y al contrario cosas como la efectividad del aprendizaje digital según edades solo ocupa y preocupa a los hipersensibilizados.
Es entonces cuando se produce la disonancia entre política y gestión, entre logro y recompensa. Es decir, el logro de un partido es obtener votos, cuya movilización y acumulo depende de lo antes mencionado, y esto conlleva la recompensa del gobierno. Esto significa el control de la gestión, del Estado, la dirección del día a día de la ciudadanía, empresas y sociedad.
En la escuela, gestión es adjudicar las plantillas y cubrir las bajas con la menor pérdida de clases; gestión es anticipar los cambios para que lleguen a tiempo para el curso y gestión también es lealtad para no dejar al siguiente, como pasó tantos marrones sin resolver.
También es definir los protocolos de emergencia y hacer sus simulacros y, ahora, hacer un seguimiento e intervención para que los colegios afectados abran cuanto antes. O reasignar recursos, como los dos autobuses que Labora ha mandado a la zona para facilitar los trámites laborales a los afectados.
En este momento de reconstrucción, la responsabilidad de la Conselleria -y del profesorado como servidores públicos- de poner en marcha la escuela en sus distintos niveles: asistencial con otras escuelas o servicios municipales, académico a través del online, de seguridad con las reparaciones necesarias y escolares con la apertura paulatina de los centros según sea posible.
Un político, como un alumno, aprende pronto a optimizar los esfuerzos para sacar la máxima nota. Si la reconstrucción da más votos que las culpas, no duden que se avanzará más rápido que al contrario.
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