Secciones
Servicios
Destacamos
En el caos provocado por la política (es un decir) de Trump con los aranceles, ha pasado casi desapercibida la reunión en Washington del secretario ... de Estado estadounidense, Marco Rubio, con el ministro de Exteriores de Marruecos, Naser Burita. Encuentro que ha servido para que el gigante venido a menos pero aún muy poderoso (no hay más que ver la que ha armado en la economía mundial) reafirme su respaldo al plan del país norteafricano para el Sáhara, consistente en otorgar a la antigua provincia española una especie de autonomía bajo control marroquí. No hay que olvidar que en su primer mandato, el dirigente republicano ya reconoció la soberanía de Marruecos sobre el territorio. Y que en 2022, el Gobierno español -en manos del socialista Pedro Sánchez- rectificó su histórica postura de neutralidad y también se sumó a la propuesta 'autonómica' (las comillas son de incredulidad). Mi interés por este conflicto arranca de la reciente lectura de 'Biografía del Sáhara español. Entre la épica y la tragedia', de Andrés López-Covarrubias, una obra muy documentada que aporta claves y testimonios que permiten conocer mejor el papel que España desarrolló lejos de la península Ibérica. Libro de aparición casi simultánea con 'El monstruo español. Francisco Macías y el fin de la aventura colonial en Guinea', del periodista Antonio Caño, exdirector de El País, una magnífica crónica sobre la descolonización de lo que hasta 1968 -cuando se celebran las primeras elecciones en el país- eran las provincias españolas de Río Muni y Fernando Poo. Ambos procesos, que venían a sumarse a la descolonización iniciada tras la Segunda Guerra Mundial por impulso de la ONU, terminaron trágicamente. En Guinea, porque el elegido -democráticamente, en plena dictadura franquista- fue uno de los personajes más siniestros y criminales de la trágica historia del continente africano. Y cuando terminó su tiempo por un golpe de Estado dirigido por su sobrino, Teodoro Obiang Nguema, el régimen cambió de cabeza visible pero no de métodos represivos y autoritarios. Y así sigue. En el Sáhara, la precipitada salida española, con Franco agonizando, dio paso a un dominio de Marruecos que comenzó por una ofensiva contra el Frente Polisario y una persecución generalizada de cualquier sospechoso, que degeneró en una violencia generalizada, torturas policiales y hostigamiento a la población autóctona. Y que cincuenta años después no ha encontrado ni una solución ni mucho menos una reparación. Por triste que resulte decirlo, en los dos casos España interpretó un papelón. Su debilidad institucional, con un régimen que daba sus últimas bocanadas y que era una especie de apestado internacional, derivó en desentenderse de los que habían sido sus ciudadanos de pleno derecho. Tal vez no se pudo hacer de otra manera. En el Sáhara, Hasán II fue muy hábil. Aprovechó la enfermedad del dictador español. Montó la famosa Marcha Verde, con la que consiguió repercusión mundial y que, encima, era militarmente inatacable. Y por si fuera poco, contó ya entonces con el respaldo norteamericano, que no quería que un pedazo de África de 266.000 kilómetros cuadrados (como media España, aproximadamente) acabara en manos de un Frente Polisario que luchaba por una república árabe y que estaba en sintonía con Argelia, enemigo marroquí y en la órbita de la URSS. Demasiados obstáculos como para que la operación salida diera un buen resultado. El referéndum de autodeterminación no llegó a celebrarse y si algún día se convoca será porque Marruecos, que ha ido repoblando el territorio, tiene la completa seguridad de ganarlo. En un viejo atlas de mi mujer, de su época de colegiala, aparece una página con las «plazas y provincias españolas en África». En la que, como es lógico, también figuran Ceuta y Melilla. La siguiente ficha en la partida. Si Hasán II rentabilizó la agonía del franquismo, Mohamed VI se lanzará en cualquier momento sobre los despojos de un sanchismo que con tal de conservar la Moncloa sería capaz de vender a plazos el Museo del Prado a un multimillonario saudí. Esperemos que en este caso la derecha española impida la entrega de las ciudades autónomas. Porque si tiene que ser la izquierda... ¿O acaso no han reparado en que el Sáhara ya no les interesa? Curiosamente, desde el cambio de criterio del Gobierno de Sánchez. Ya no hay banderas del Frente Polisario en sus mítines, ya no hay referencias a los saharauis, ya no hay solidaridad con ese pueblo. Se ha esfumado de su agenda. Lo que viene a demostrar lo poco que les importaba.
¿Tienes una suscripción? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.