Frente al terremoto geopolítico, más Green Deal
PEDRO FRESCO, DIRECTOR DE AVAESEN, ASOCIACIÓN DE EMPRESAS DE ENERGÍAS RENOVABLES Y OTRAS TECNOLOGÍAS LIMPIAS DE LA COMUNITAT VALENCIANA
Martes, 18 de marzo 2025, 23:20
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PEDRO FRESCO, DIRECTOR DE AVAESEN, ASOCIACIÓN DE EMPRESAS DE ENERGÍAS RENOVABLES Y OTRAS TECNOLOGÍAS LIMPIAS DE LA COMUNITAT VALENCIANA
Martes, 18 de marzo 2025, 23:20
Hace unos días la Comisión Europea presentó el esperado Industrial Clean Deal, un plan para apoyar a las industrias CleanTech europeas y a la descarbonización ... industrial del continente. Después de las primeras semanas de la nueva administración norteamericana que han sacudido las estructuras geopolíticas vigentes, había mucho interés en ver cuál iba a ser la estrategia europea frente a unos EE. UU. que se han desentendido de la acción climática y han mostrado una evidente hostilidad hacia la transición energética.
Europa tenía que decidir entre seguir con su plan de descarbonización y reafirmar su autonomía, o sumergirse en las dudas y en la parálisis ante el nuevo escenario geopolítico. Las declaraciones de distintos líderes europeos hacían entrever que se iba a optar por la primera opción, pero la presentación de un plan claro, a largo plazo y hecho bajo las actuales circunstancias era necesario para confirmar las declaraciones.
Afortunadamente Europa ha entendido cuál es su papel en esta nueva realidad. El año 2022 la Unión aprendió que la dependencia energética de Rusia era un error y que la descarbonización de la economía europea, esencialmente en lo que se refiere a la dependencia del gas natural, era prioritaria. En 2025 Europa se ha encontrado con que a su principal suministrador sustituto del gas ruso, EE. UU, no le tiembla el pulso para abrir conflictos comerciales y utilizar la debilidad de sus socios para imponer sus condiciones. Si depender de Rusia se ha demostrado extremadamente conflictivo para nosotros, hacerlo de EE. UU parece que abre riesgos que hasta ahora no contemplábamos.
La Unión Europea importa más del 90% del gas natural que consume y más del 97% del petróleo. En general, nuestra dependencia energética supera el 60%. Los países de la UE no disponen de reservas relevantes de petróleo y gas y, por tanto, movilizarlas carece de sentido. Las únicas fuentes energéticas autóctonas de la UE son su sol, su viento, su agua y su bioenergía, que son inagotables y que, por tanto, ofrecen una independencia energética permanente.
Pero para poder usarlas necesitamos transformar nuestra economía y nuestra industria y que pase a consumir el tipo de energía final que produce la mayoría de renovables: la electricidad. Necesitamos electrificar la movilidad, la climatización y también la industria, pero esto no es sencillo porque los precios de electricidad en el continente son altos. En este sentido, el Green Industrial Deal se apoya en la necesidad de reducir los costes de la electricidad con más renovables, mayor integración entre los países europeos, menores impuestos y cargos en las facturas eléctricas y la voluntad de desacoplar los precios eléctricos del precio del gas, verdadera clave de bóveda de la crisis de precio que hemos padecido.
La UE no solo está atrapada entre Rusia y EE. UU respecto a su dependencia del gas, también está acorralada en medio de una carrera tecnológica entre EE. UU y China. Frente a los planes desarrollistas chinos y las regulaciones que priorizan la fabricación nacional que se hicieron durante la administración Biden, Europa se veía superada por los dos frentes y ante un riesgo evidente no solo de perder el tren de las nuevas industrias, sino también de desindustrialización.
El Industrial Clean Deal pretende poner a Europa en esta batalla, con una priorización de los productos europeos en la contratación pública, flexibilizar las ayudas de estado para la descarbonización y la producción de tecnologías limpias, movilizar distintas líneas en el Banco Europeo de Inversiones o la creación de un banco de descarbonización industrial con la movilización de 100.000 millones de euros. También se ha anunciado un nuevo plan para la competitividad de la industria automotriz que, si bien ha flexibilizado el objetivo de emisiones de 2025, sigue manteniendo su apuesta por la descarbonización y electrificación del transporte para 2035.
El caso de la automoción es muy simbólico porque el debate público está atrapado en una falsa dualidad sobre si mantener las exigencias de electrificación, que pone en riesgo a los fabricantes europeos que se han quedado por detrás de Tesla y los fabricantes chinos; o bien ralentizar la adopción del vehículo eléctrico, lo que consolidaría la cada vez más peligrosa dependencia energética del continente. La solución está fuera de esa falsa dualidad y es vender vehículos eléctricos masivamente y fabricados en Europa, ambas cosas, sin tentaciones retardistas, que son muy cómodas en el corto plazo, pero acabarían firmando la sentencia de muerte tecnológica de nuestras industrias automotrices. Herramientas como el Industrial Clean Deal son necesarias para no quedarse anclados en tecnologías obsoletas cuya sentencia de muerte está marcada por mucho que no queramos verlo.
Tanto el Industrial Clean Deal como el plan de acción para la energía asequible van en la buena dirección y parecen entender la nueva realidad geopolítica. Más renovables, más electrificación y más industria limpia, para reafirmar la independencia de Europa. Una mayor integración política y económica del continente y que Europa funcione con una sola voz en el mundo será algo necesario para caminar en este mundo de gigantes geopolíticos y mantener el rumbo. Perseveremos y corramos, porque este es el único camino razonable si no queremos convertirnos en pequeños estados sometidos a los intereses de potencias extranjeras.
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