Aquella América

La amplia oferta de vuelos transoceánicos actuales que permiten la ida y vuelta en escasas horas, la merma de festejos y también que el billete (los honorarios) se ha ido achicando considerablemente, ha motivado que en las últimas temporadas cruzar el charco para los toreros figuras haya dejado de ser en gran medida esa bonita y siempre estimulante aventura que les permitía mantener vivos los automatismo toreros de cada cual, mejorar las economías y, algo también muy importante, conocer gentes y culturas nuevas. No se puede obviar que Perú, Ecuador, Colombia, Venezuela o México, son países donde todavía hoy, a pesar de la aparición de la nueva casta de políticos desapegados de la cultura y la historia, siguen cultivando la fiesta brava con verdadera pasión.

Más allá de las hazañas toreras de aquellos tiempos se nos vienen a la memoria no pocas historias personales nacidas precisamente por haber intimidado con nuestros hermanos del nuevo continente. Entre las más sonadas, el matrimonio de Juan Belmonte, con la peruana Julia Cossío, una señora cuya refinada educación y estilizada figura, cuando llegó a Sevilla chocó abiertamente con el estereotipo que se tenía en Triana de como debía ser la esposa de un torero. Eran otros tiempos.