Llevo cincuenta y seis fallas vividas y disfrutadas. Por tanto, creo saber algo, quiero pensar que mucho, sobre su espíritu, sobre su carácter, sobre el alma abierta y festiva de los valencianos que les enriquece y les permite vivir con pasión y respeto todo lo ... suyo que también es lo mío desde aquel mismo marzo de 1966 en que llegué a Valencia atraído por la fiesta de fallas, aunque sería más acertado decir por su cartel de toros y me enamoré de su cultura y de sus gentes. Todo un flechazo que me retuvo para siempre y me hace tan valenciano como el que más y por el que sigo dando gracias a Dios. Y de ello, de ese aspecto personal, taurino y social quiero escribir hoy.
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Llegué queriendo comprobar en primera persona si aquello que se contaba de que era una plaza talismán para lanzar al estrellato a toreros que tenían sello de futuribles, era verdad. Y lo era, lo era y lo es. La historia contaba, era la prueba de fondo, que Juan Belmonte, desheredado por los aficionados de su Sevilla, encontró en Valencia el calor de una afición que lo comprendió y animó a seguir con su sueño de ser figura del toreo. Entenderán que solo aquel rescate valdría para avalar la importancia de esta afición que sigue teniendo el secreto de los buenos catadores y a la que no todos valoran en lo esencial.
Pronto me di cuenta igualmente, de la facilidad que tenían los aficionados para prescindir de los prejuicios preestablecidos respeto a la presentación de los toros a lidiar (con un límite, claro) y centrarse sólo en aquello que le hacía palpitar su alma de buenos catadores, bien de arte fino, bien de expresiones más barrocas o simplemente por tener una personalidad que sobresalía del resto. De ahí que sea tan diversa y amplia la nómina de toreros a los que idolatraron. Y todo ello sin que se inmiscuyeran salvadores de la fiesta, esa nueva especie con sello de veterinarios, policías y algún crítico mesetario con tendencia a perder la compostura, que se empeñan en querer modificar el espíritu de una afición entendida, limpia, divertida y generosa. Falleros sí, a mucha honra. Por favor, respeten.
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