Llorar no evidencia debilidad. Llorar ante el sufrimiento ajeno revela sensibilidad y coraje psicológico. Lloramos por tristeza, por alegría, por dolor, por solidaridad... Diez representantes de la sociedad valenciana, cinéfilos desde la infancia, rememoran películas que provocaron sus lágrimas.
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«Unos empresarios y mi padre, ... arquitecto en Elche, mi pueblo natal, construyeron un cine (espectacular, por cierto) que llamaron El Capitolio. Como era hija de uno de los propietarios, tenía el privilegio de entrar gratis. Vi once veces 'La Cenicienta' (Disney, 1950). Me la sabía de memoria. Imitaba las voces y gestos de los personajes, cosa que divertía mucho en casa. Lloré viendo 'Lili' (Charles Walters, 1953), cuando Leslie Caron se ponía triste y hablaba con los muñecos. Era yo una cría romántica y tonta.»
«La secuencia que sigue arrancándome lágrimas es la que va del minuto 1.21 al 1.27 de El gran desfile (1925), de King Vidor. Me conmueven su desmesura, su intenso dinamismo y la partitura de Carl Davis. Mi segunda elección son los minutos finales de Luces de la ciudad (Chaplin, 1931). Al contrario de lo que me ocurre con la película de Vidor, lo que aquí me emociona es la contención y el refinamiento de las imágenes.»
«No soy un llorón habitual, pero algunas emociones me hicieron derramar un tsunami de lágrimas. La película con la que siempre lloro es 'Imitación a la vida' (Douglas Sirk, 1959). Juanita Moore es la culpable, con razón obtuvo el Oscar a la mejor actriz de reparto. También lloré con 'Muerte en Venecia' (Visconti, 1971). La vi siendo un joven que huía de 'la peste franquista'. Entonces me sentí Tadzio. Ahora sufro con el personaje de Dirk Bogarde.»
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«'Bambi' (Disney, 1942): Cuando la vi en mi niñez, todos los espectadores llorábamos con la muerte de la madre del cervatillo Bambi. Otra película que me hizo llorar fue la española 'Adu' (Salvador Calvo, 2020). Cuenta la historia de un niño de 6 años que espera colarse con su hermana mayor en las bodegas de un avión, rumbo a Europa. El final es terrible. Lloré de impotencia ante la injusticia».
«Lloré en 'Víctimas del pecado' (Emilio Fernández, 1951): una mujer sometida y ¡enamorada de un truhan consiente en arrojar a su hijo neonato a un contenedor de basura, y lloré a mares en 'Life itself' (2014), documental que retrata los últimos días del crítico de cine Roger Ebert. Cuando Roger, sin rostro por un cáncer de garganta y a punto de expirar, escribe esa última carta en la que agradece a sus lectores una vida dichosa.»
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«Soy cinéfila desde los 9 años. Mi papá hablaba con el acomodador del cine Sur de Mislata para que me cuidara y me dejara ver, yo solita, las dos películas de sesión continua. Más tarde, me hicieron llorar a moco tendido 'La lista de Schindler' (Spielberg, 1993) y 'Romeo y Julieta' (Zeffirelli, 1968).»
«No paré de sollozar con 'Amor' (Haneke, 2012) y 'La vida es bella' (Benigni, 1997).»
«En 'El río' (Jean Renoir, 1951) lloré cuando la protagonista, una atribulada adolescente que sufre por su amor imposible, le dice a su madre: «Mamá, no sabía que crecer duele.»
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«Me hizo llorar 'Una historia del Bronx' (De Niro, 1993), una película conmovedora y llena de vida que me causó un gran impacto y todavía lo tiene».
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