Lo importante de los viáticos que el Gobierno y la Generalidad van a conceder a los damnificados es que «el dinero llegue a tiempo de salvar vidas y haciendas, que la maquinaria humanitaria actúe con rapidez y que la economía no se detenga más allá ... de lo necesario para reforzar pabellones, reparar maquinarias, reponer almacenes y reabrir tiendas». Lo señalaba Marco-Gardoqui y es verdad. Cuanto antes puedan volver a la normalidad las, grosso modo, 55.000 empresas y los 850.000 valencianos afectados por las crecidas de ríos y barrancos, menor será el daño causado por el temporal. Un coste estimado inicialmente en un 0,2% del PIB del trimestre. El problema que yo le veo a estas prisas por rescatar y, no nos engañemos, quedar bien con los náufragos es que, aunque no es el momento ni el lugar más indicado para ponerse burocráticamente exquisitos y requerir a los posibles beneficiarios documentación y pólizas que no todos estarán en condiciones de aportar alguna cautela habrá que tomar para no empedrar aún más, si cabe, de buenas intenciones este infierno acuoso. El presidente del Consell Carlos Mazón anunció el pasado día 1 unas «ayudas exprés» de un mínimo de 6.000€ por persona ampliables, que se van a adjudicar «sin burocracia ni papeleo». Y eso falta: que la parte de los cuantiosos fondos públicos que no se destine a la reconstrucción de las infraestructuras destruidas se distribuya 'a repampa', como se tiran las chucherías en las cabalgatas infantiles y en los bautizos. La magnitud de la tragedia es enorme. El Gobierno cifra en 79 el número de municipios perjudicados en mayor o menor grado por la gota fría. Pero si las distintas instituciones no se aseguran de que el socorro llegue a quien realmente lo necesita, buena parte de las ayudas que se concedan pasarán a engrosar los 30.000 millones de euros en subvenciones que se otorgan anual y alegremente en España sin comprobar su eficacia ni por supuesto sancionar y exigir reintegros a quien hace un uso indebido de ellas. No me suena que se produjeran escenas de pillaje en fechas posteriores a la Pantanada de Tous. La economía y el entorno de los pueblos de la Ribera eran radicalmente distinto a los de ahora. Pero una cosa es evidente: si las hubo, no adquirieron el tinte americano que presentaban los saqueos practicados en esta ocasión en centros y grandes superficies comerciales de l'Horta por una imprevisión, en este caso, de la delegada del Gobierno, Pilar Bernabé. Lo que sí que puedo asegurarles es que en 1982 se hincharon pérdidas y se atribuyeron daños en bajos, talleres y almacenes vacíos o abandonados. Y que estamos a un tris de caer en las mismas porque de los ríos revueltos sólo sacan provecho los oportunistas.
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