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En muchas historias del cine clásico, las mujeres iban a su aire, adaptándose con disciplina a las circunstancias para minimizar los daños personales, o maniobrando con habilidad para superarlas. Interesantes películas de los años 30 y 40 tienen como protagonistas a mujeres decididas y fuertes ... que ni siquiera sabían que eran feministas 'avant la lettre'. En ellas predominaba la realidad de la lucha diaria en varios frentes, no la etiqueta.
Hoy, 8 de marzo, Día Internacional de la Mujer, comentamos cuatro de esos filmes. Tanto las actrices como los personajes que encarnaron fueron mujeres adelantadas a su tiempo. Con determinación, abrieron caminos para conquistar la igualdad de derechos con los hombres. No iban de heroínas, no eran santas, eran personas llenas de coraje que luchaban día a día 'por lo suyo', con plena conciencia de que la pugna iba a ser larga.
Lo que el viento se llevó (Victor Fleming, 1939). Los cinéfilos aún no nos hemos puesto de acuerdo para definir a su protagonista, Escarlata O'Hara, interpretada maravillosamente por Vivien Leigh: ¿es una odiosa dictadora familiar o una mujer admirable que le evita a los suyos la miseria? Tras la muerte de su madre, la locura de su padre y los desastres de la guerra, Escarlata afirma en el momento cumbre de la película: «A Dios pongo por testigo que no podrán derribarme. Sobreviviré, y cuando todo haya pasado, nunca volveré a pasar hambre, ni yo ni ninguno de los míos. Aunque tenga que mentir, robar, mendigar o matar».
Ninotchka (Ernst Lubitsch, 1939). Tres representantes del gobierno de la URSS parecen haberse enamorado en París de los placeres del capitalismo. Para enderezar la situación, Moscú envía a una con la misión de averiguar lo que está sucediendo. Esa persona es Nina Ivanovna Yakushova, convencida comunista, pragmática y analítica: una verdadera comisaria política (¡nada menos que Greta Garbo!). La humanidad secreta y la inteligencia de Nina Ivanovna le dan un giro inesperado al conflicto. Deliciosa película que tuvo un remake en clave musical (la también excelente 'La bella de Moscú').
La extraña pasajera (Irving Rapper, 1942). Charlotte Vale (Bette Davis en su apogeo) es una mujer de mediana edad que vive dominada por su represora madre. La vida no tiene alicientes para Charlotte. Su psiquiatra le ayuda a recuperar la autoestima y a superar sus miedos. Se convierte poco a poco en una mujer distinta, atractiva y con los miedos estúpidos arrinconados. Más guapa y más segura de sí misma, decide hacer un crucero por América del Sur. En el barco conoce a un apuesto arquitecto y... ¡Bien hecho, Bette!
Alma en suplicio (Michael Curtiz, 1945). Mildred Pierce (una sufrida Joan Crawford) representa a muchas mujeres de aquel tiempo, dependientes económicamente de sus maridos. Carecían de oportunidades si fracasaban en sus matrimonios. Mildred saca fuerza de flaqueza. Trabaja como camarera y tras muchos esfuerzos logra abrir su propio restaurante. ¿Todo solucionado? No todo. La hija de Mildred, Veda (interpretada por Ann Blyth) es mala a rabiar. Con una hija así, Mildred tiene difícil consolidar sus avances. Para este cronista, el personaje de Veda, némesis de la esforzada Mildred, es el más odioso de la historia del cine. Desde mi butaca insulté varias veces a Veda-Ann Blyth: «¡Bicho, que eres un bicho!».
En los años 50 y 60, el retrato cinéfilo de mujeres llenas de fortaleza fue cada vez a más, bien representadas por actrices muy verosímiles en esos papeles: Susan Hayward, Ava Gardner, Marilyn Monroe, Jane Russell, Jeanne Moreau, Sophia Loren, Melina Mercouri, Jane Fonda...
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