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La muestra 'Sorolla y el renacer de la Escuela Valenciana', con motivo del centenario de Joaquín Sorolla (Valencia, 1863- Cercedilla, 1923), reúne 34 obras del pintor de la luz junto a otras 50 de sus maestros y discípulos. La exposición se clausuró ayer en ... el Museo de Bellas Artes de Castellón. Recordemos que las exposiciones pasan pero sus catálogos permanecen. Son libros de consulta con cuidadas ediciones que aportan documentación y análisis. El texto de esta exposición es imprescindible para el conocimiento de la pintura valenciana del siglo XIX y primeras décadas del XX.
El comisario de 'Sorolla y el renacer de la Escuela Valenciana' y autor de su esencial texto, es el catedrático Francisco Javier Pérez Rojas, considerado como el historiador que más sabe (y que mejor escribe, con una claridad y amenidad ajena a toda pedantería) sobre Sorolla, Pinazo, Agrasot, Cecilio Pla, Muñoz Degraín, José Benlliure... «La pintura de Sorolla se rejuvenece con el paso de los años», asegura Pérez Rojas.
Me sumergí, con placer y provecho, en las 320 páginas del citado catálogo. «Sorolla es en extremo honesto y generoso con sus maestros y denota una acertada visión histórica del momento vivido», dice Pérez Rojas. Vayamos a las rescatadas opiniones de Sorolla, manifestadas en actos académicos, sobre pintores valencianos. En concreto, sobre cuatro de sus mayores.
Sobre Antonio Cortina (Almácera, 1841-Madrid, 1890): «Antonio Cortina fue muy estudioso; amó tanto la ilustración y la lectura que le llamaban 'tragallibres'. Su ambición por saber le llevó tan lejos que, oyéndole hablar, jamás descubría su humilde origen. Fue, además de gran pintor, poderoso innovador de la técnica profesional, escultor meritísimo y estimable geómetra; decía de él Blasco Ibáñez que le sorprendió muchas veces resolviendo problemas de álgebra».
Sobre Francisco Domingo (Valencia, 1842-Madrid, 1920). «Domingo, inseparable de Muñoz Degrain y de Cubells, tomaron en Valencia un estudio donde trabajaron los tres juntos, hasta que Domingo marchó a Roma; Domingo fue el faro que iluminó la juventud de mi tiempo no solo en Valencia, sino en toda España. Reunía todas las cualidades del artista soñado: temperamento nacido para pintar, educados sus ojos para la visión, pues nadie le igualó en esto».
Sobre Antonio Muñoz Degrain (Valencia, 1840-Málaga, 1824): «Fue el más innovador de sus ilustres compañeros; verdad es que en su libre temperamento no pesaba la historia del pasado, que suele entorpecer a muchos. Su alma romántica, viril como ninguna, atacó con brío, no igualado hasta hoy, los espléndidos espectáculos de la brava Naturaleza. Esta pintura tan suya, fue poco comprendida durante algún tiempo, resistiendo el artista acometidas feroces que aún perduran; pero, así como el roble aguanta las embestidas del viento, Muñoz, impávido, resistió censuras sin cambiar jamás su rumbo ni ceder en sus convicciones».
Sobre Ignacio Pinazo (Valencia, 1849-Godella, 1916): «La labor de este maestro, a pesar de ser enorme, es poco conocida. Compónese de cientos de estudios de reducido tamaño; ya trajo de Roma una gran cantidad de ellos. Pinazo fue un filósofo que basaba razonamientos en la observación constante de la Naturaleza, sacando conclusiones que es lástima no haber fijado para su publicación, pues constituían verdadera enseñanza de arte».
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