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En algunas ocasiones este cronista ha elegido sus diez películas preferidas con la siguiente lista (por orden cronológico): 1, 'La invasión de los ladrones de cuerpos' (Don Siegel, 1956); 2, 'Drácula' (Terence Fisher, 1958); 3, 'Psicosis' (Alfred Hitchcock, 1960); 4, 'Suspense' (Jack Clayton, 1961); 5, ' ... Los pájaros' (Hitchcock, 1963); 6, 'La semilla del diablo' (Roman Polanski, 1968); 7, 'La noche de los muertos vivientes' (George A. Romero, 1968); 8, 'Tiburón', (Steven Spielberg, 1975); 9, 'Alien' (Ridley Scott, 1979), y 10 ,'El resplandor' (Stanley Kubrick, 1981).
Al recabar la opinión de mis amigos cinéfilos, recibía diversos reproches. Entre ellos, haberme olvidado de 'Tiempos modernos', 'Narciso negro', 'Eva al desnudo', 'El río', 'Johnny Guitar', 'Vértigo', 'Con la muerte en los talones', 'El apartamento', 'Viento en las velas', 'Blade Runner'... Es curioso: ninguno de mis discrepantes se mostraba sorprendido por el hecho de que mis diez filmes preferidos perteneciesen todos, sin excepción, al género de terror. Si hubiese elegido diez westerns, diez musicales o diez comedias, a buen seguro me habrían hecho notar esa monotemática peculiaridad.
Sin embargo, con 'las películas de miedo' esa observación no se producía. ¿Por qué? Seguramente, porque el género de terror y fantasía (poblado por imágenes surgidas de nuestras pesadillas cotidianas) es en realidad la máxima expresión poética del séptimo arte. No es uno de los géneros del cine. Es 'el género' por excelencia.
He leído con entusiasmo el nuevo libro de Carlos Aguilar, 'Cine de terror 1950-1959' (Desfiladero Ediciones, 2023), monumental estudio de 304 páginas sobre la década de oro del género, con centenares de fotografías y excelente información sobre rodajes, repartos, cartelería... Aguilar, novelista, premiado historiador y crítico cinematográfico, es informativamente un pozo sin fondo. Para alcanzar esas altas cotas resulta imprescindible tener bien organizado el archivo de material. Carlos Aguilar, enamorado de su trabajo, es en ese aspecto un ejemplo mayor.
El prólogo de 'Cine de terror 1950-1959' es del mítico Roger Corman (EE UU, el próximo 5 de abril cumplirá 98 años), director de célebres filmes basados en relatos de Edgar Allan Poe y productor de las primeras películas de Coppola, Scorsese o Bogdanovich. El título de su autobiografía es formidable: 'Cómo realicé un centenar de películas y nunca perdí un centavo'.
«He abordado géneros diferentes», afirma Corman en dicho prólogo, «pero sé que siempre se me recordará por las películas de terror. No me importa, al contrario. El terror es un género fabuloso que refleja el subconsciente de múltiples maneras, y maneja conceptos atemporales, ligados a lo más oscuro de la existencia humana. Por eso existe desde siempre y nunca morirá».
En su nueva aportación a la historia del cine, Carlos Aguilar nos cuenta pormenores sobre Boris Karloff, sobre el cine independiente realizado con cuatro dólares, sobre el cine mejicano, el británico, el francés, sobre Hollywood, sobre películas para no dormir, sobre el gran Vincent Price (uno de los principales protagonistas del volumen) y sobre el añorado Eugenio Martín ('Pánico en el transiberiano', 1972; 'Una vela para el diablo', 1973), al que Aguilar dedica el libro: 'En memoria de Eugenio Martín. Ese admirable cineasta. Ese amigo inolvidable'.
Aguilar dedica a los actores Christopher Lee y Peter Cushing y al director Terence Fisher las más entusiastas páginas de 'Cine de terror 1950-1959'. Comparto este culto. Para celebrarlo, me acomodé en mi butaca y volví a ver, estremecido y gozoso, esa obra maestra llamada 'Drácula' (1958), la mejor adaptación al cine de la novela de Bram Stoker, publicada en 1897.
¡Qué bien me lo pasé teniendo miedo de nuevo!
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