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Apariciones

Una cierta sonrisa

Todo comienza con cierta cautela, propia de los momentos en los que hay que mostrar alegría suficiente para romper la tristeza, aunque no tanta que dé a entender que ya hemos olvidado el reciente duelo

Txema Rodríguez

Valencia

Martes, 5 de marzo 2024, 01:44

Unas crías vestidas con una tela fina y plateada tiemblan de frío sin poder evitarlo y, a tenor del atuendo, a lo Diana Morant, para entendernos, vendrían a ser unas falleras retrofuturistas, con su pelo pegado y envuelto en destellos metálicos, con sus rostros maquillados ... con dibujos que recuerdan a una placa base. Bueno, eso es ponerle imaginación, que bastante hacen las pobres con no salir corriendo para entrar en calor. El asunto fallero comienza con un vientecillo incómodo que te deja tieso al más mínimo descuido y también arranca con esta extraña sensación de los momentos en los que las risas, tras las grandes tragedias, parece que han de ser contenidas y transformadas en un leve giro de los labios, como el que se supone a la princesa de Éboli o a la Gioconda. Algo que es sin ser, un gesto en el que se suprime el sonido y con el que no necesariamente se llama la atención. Además se economizan energías, porque no hace falta emplear más que unos pocos músculos de la cara. Existe bastante literatura al respecto, en especial de empresas que se dedican a la venta de dentífricos y quieren que sepamos cómo trabaja el cigomático mayor (se ve que intervienen en el proceso de la sonrisa entre doce y diecisiete, según la intensidad).

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El ciclo fallero ha comenzado con un vientecillo fresco e incómodo

Luego están las firmas que tratan de colocarnos seguros médicos y se ponen poéticos refiriéndose al lenguaje del alma para, llegando hasta el final de tan escarpado camino, enumerar todos los gestos que podemos componer con la cara (y los que no), incluyendo los daños ocasionados en nuestro aspecto físico por la paralización de algún nervio (a donde quieren llegar, en realidad) para acabar en el rentable terreno de la cirugía maxilofacial (el negocio) que nos devolverá la risa, la sonrisa y las ganas de vivir. También a la de Éboli, Ana Mendoza de la Cerda, le podrían reponer el ojo. Aunque no está claro si lo perdió (se dice que por la punta de un florete) o simplemente lo tenía mirando para Móstoles y tiraba de parche negro para no ocasionar merma en su belleza. A saber, que en esta parada hay muchas figuras dignas de elogio o comentario, personajes llevados por el imaginario fallero a las calles con una gracia que en ocasiones es sutil y, en otras, un poco más brusca. Desfilan abuelas quejosas de la gentrificación, guiris haciendo 'balconing', astronautas venidos de algún lugar (lucen escudos con la cara de María José Catalá, así que no será de muy lejos), bellas y bestias, murciélagos, chavales que reclaman al dueño del Valencia CF que se vaya a casa acompañando nuestro ya clásico 'Lim go home' (que se supone que lo decimos para él, porque no habla nuestro idioma) con la traducción al valenciano ortodoxo, la de Lim 'a fer la mà' en su variante de irse muy lejos, no en la de significado mastrurbatorio.

Los falleros del futuro llevan escafandra y escudos con la efigie de la alcaldesa

Al menos eso entiendo yo. Que todo puede ser cuando se desatan las pasiones del balón. De hecho hubo concurrencia fallera y futbolera, porque todo ha venido de golpe, apretado, un poco a destiempo. No sé si tiene mucho sentido pero en el inicio del cortejo, abierto por policías engalanados sobre lustrosos caballos, uno de ellos (ya sabemos que ajenos a nuestros hábitos y costumbres) tuvo a bien liberar sus intestinos sobre el asfalto. Y una señora bien (creo) se quejó de que olía a vaca. Puede que sea una audaz metáfora.

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