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Problemas y soluciones
Apariciones

Problemas y soluciones

Existe un infinito número de contingencias que pueden deslucir un acto fallero y, por ello, también un número equivalente de seres humanos ocupados en planificar, remendar y alimentar a los protagonistas

Txema Rodríguez

Valencia

Miércoles, 6 de marzo 2024, 23:09

Uno de los asuntos más fascinantes, desde mi punto de vista, es el de la intendencia. Porque en el otro lado del oropel siempre hay unas manos listas, unos mentes previsoras, unos cerebros que organizan e improvisan soluciones rápidas y eficaces. Paso por mi antigua ... plaza y lo compruebo, un clásico de toda fiesta, el caso de la niña que se mea y no se puede aguantar, como todos los que somos padres de niñas (me falta experiencia con chicos en este aspecto concreto). Así que hay que bajar rápido toda la ropa, como hace la madre que contemplo con cierta melancolía, apoyar a la criatura en nuestros muslos, tomarla de los suyos y levantarla para que el parruset (orientado al Este, si no me fallan los cálculos) deje salir el chorro formando una parábola perfecta hacia la humilde alcantarilla que en mitad de la calle desierta por el horario y la estrechez acoge sin problemas el alivio infantil, que humedece el hierro en donde dice «Fundición Fabregas Igualada C 250 EN 12» (ignoro el significado de tan elaborada nomenclatura), mientras el lado contrario, con la leyenda «Any 2010» queda seco como estaba. Problema resuelto. Uno más entre millones. Porque cada ser humano vestido de fallero, en especial de fallera, es una máquina de producir retos de ingeniería. Y no me refiero sólo a las previsiones meteorológicas, la lluvia en especial, que ya son en si toda una ciencia. Entramos aquí en la compra y acarreamiento de fundas de plástico transparente (para que se vea lo de abajo), el cuidadoso secado de la prenda si hemos fallado en el capítulo anterior (no hay que usar secador, según me dijo mi vecina Amparo hace tiempo, pero no recuerdo el origen del consejo). Eso, que está, si dividimos las casuísticas, dejando a un lado las fisiológicas, ya descritas, el asunto de los ajustes: lo que se suelta, se cae, se rompe, se ensucia o se engancha, bien sea parte del atuendo elaborado con tela o de la parte metálica, peinetas, joyas, collares, agujas y carambas. Luego viene la parte del avituallamiento, porque hay que prever desayunos, comidas, repentinos ataques de sed y un probable etcétera de situaciones, dolores de cabeza, malestares imprevistos, lesiones leves pero molestas. Y eso sin hablar del transporte de comisiones, la compra de flores y toda la organización nunca bien valorada que se precisa para mantener un casal a flote, en perfecto estado de revista y con sus estandartes y banderines de premios (nunca son suficientes) lustrosos como aquel día que fueron recogidos con orgullo marcial en la plaza del Ayuntamiento.

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