Urgente La Aemet a Emergencias, la mañana del día de la dana: «No vamos a marearos con más avisos, las precipitaciones se van al norte»

La creciente evolución de los cañaverales que proliferan por barrancos, ríos, marjales, acequias y terrenos sin cultivar viene a ser una imagen bastante fiel de lo que está suponiendo el proceso de abandono agrícola y rural, porque ambas cosas van en paralelo, están muy relacionadas.

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Al margen de consideraciones sobre el carácter de invasoras que se da hoy a las cañas desde instancias ecologistas y despachos acomodados, lo cierto es que no llegaron ayer a estas tierras, sino que llevan casi cinco siglo aquí y nunca se descontrolaron como ahora, por lo que no debiéramos limitarnos a tal condición de foráneas para explicar su actual expansión sin freno. Si a ello fuéramos, también podríamos tachar de invasoras a las patatas, tomates, cacahuetes... y todo lo que vino de América; al igual que al arroz, las naranjas y todo lo que que nos trajeron de Asia o África. Pero no, las cañas centran la máxima acusación como invasoras, y, por supuesto, con el consabido agravante del calentamiento global, el cajón de sastre que vale para todo.

Hemos de recordar, sin embargo, que las cañas se emplearon intensamente para multitud de tareas ahora casi olvidadas. Para empezar, fueron -son- elementos esenciales de las típicas barracas valencianas (cañas y barro), como fueron elementos constructivos básicos en edificios más sólidos, incluso en los señoriales, tanto para trabar techos como tabiques. De cañas se hicieron los innumerables cañizos para criar gusanos de seda, cuando esta actividad fue muy principal en la economía valenciana, y con cañas se han hecho siempre las 'barraquetes' de tomateras, pimientos, 'bajoqueta', garrofó... cuando nuestras huertas producían de continuo verduras de primor para muchos sitios de toda España que hoy se abastecen de otros lugares, con otras técnicas y estructuras. Los tiempos cambian y apenas se emplean ya cañas para levantar ramas de naranjas y que no rocen el suelo. Cuando todo ello estaba en boga, los agricultores cuidaban sus cañares y los mantenían a raya. Al desaparecer los actores y sus usos, los cañares se expanden sin control. Luego se gastan dinerales en cubrir enormes superficies de plástico negro para ahogarlos, pero vuelven a brotar, se burlan, como una metáfora del proceso.

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