Nos llueve tan poco, y de tanto en tanto tiempo, que solo el anuncio de que puede llover asusta, de manera que la promesa cotidiana de precipitaciones se convierte en tendencia noticiosa y la confirmación de que ha llegado a caer algo en algún sitio ... alcanza categoría de novedad y vaticinio de que tal vez la sequía esté tocando a su fin.
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Décadas atrás, cuando no existía la fiebre actual de tantas webs disponibles para escudriñar sus probabilidades de lluvia, que las más de las veces se desvanecen, el Comité de Gestión de Cítricos tenía contratado un servicio de previsión meteorológica a varios meses vista que enviaba una empresa de California. Interesaba sobre todo saber sobre los riesgos de heladas y también cuándo se iban a concentrar los posibles periodos lluviosos durante la campaña de recolección y exportación. En realidad, aquellas informaciones eran bastante difusas y en plan de «igual pot ploure que no ploure, i si continúa com va, no plourà». Decir, por ejemplo, que cabría esperar lluvias en otoño o en primavera y que los periodos más fríos se darían entre enero y febrero significaba reiterar lo sabido desde siempre, pero como en ocasiones se arriesgaban a concretar más sobre alguna semana, de cumplirse, se destacaba a bombo y platillo tal acierto, como se olvidaba todo enseguida en caso contrario.
En el Centro Meteorológico de Valencia rechazaban de plano que aquello fuera científico y que pudiera tener alguna validez. No se puede hacer previsión cierta a tan largo plazo, decían. Pero las pautas de la rentabilidad medida por los 'clics' se extendió también a las causas oficiales y ahora Aemet se atreve a vaticinar cómo serán de lluviosos, secos o cálidos los próximos meses. Manda la modernidad y la demanda está ahí para darle lo que pide, incluidos anuncios cotidianos sobre lluvias que luego se disipan.
También está en la órbita destacar que cualquier precipitación significa algo notable. En comarcas del norte de Castellón han caído unos pocos litros por metro cuadrado, lo que ya vale para que se anuncien recargas de embalses y acuíferos. Sabemos muy poco de geografía y de cómo funcionan los asuntos del agua. Para que haya recargas de verdad tiene que llover sobre mojado, muchos días y semanas, en muchos sitios a la vez, en amplias zonas. El terreno ha de empaparse, superar su 'capacidad de campo', para que a partir de ahí comience a haber percolación subterránea y escorrentías superficiales. Y eso se da a partir de lluvias generales, persistentes y pausadas de al menos unos 70 litros por metro cuadrado. Lo demás son lloviznas ocasionales, que refrescan y bienvenidas son, pero sólo mitigan puntualmente parte de la sed del momento.
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