Urgente Encuentran el cadáver de un bebé en una planta de tratamiento de basuras de Guadassuar

El último embate del ecologismo radical contra la agricultura de regadío consiste en señalarla como generadora de excedentes de producción que se pierden o destruyen, ... lo que supone también un despilfarro del agua utilizada para obtener dichas cosechas.

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Con objeto de demonizar la actividad de cultivos que necesitan riegos, se pone especial énfasis en destacar el derroche que implica, según entienden quienes así lo plantean, emplear mucha agua para producir lo que luego no tiene demanda y se estropea. A veces incluso destrozándolo adrede, como cuando se programan ayudas oficiales para retirar parte de cosechas e intentar recuperar niveles de precios en origen.

¿Quién no va a comprender este tipo de avisos, si no hay otros esfuerzos similares que los contrarresten explicando la realidad? Es lógico que la sensibilidad ciudadana 'compre' dicho mensaje, tan en consonancia con los que se refieren desde hace tiempo a combatir el desperdicio alimentario y el despilfarro de agua, y más aún en momentos de sequía.

Sin embargo, ningún agricultor plantaría o sembraría algo, ni gastaría de todo en su cultivo, incluida el agua de riego, si supiera de antemano que nadie le va a comprar la cosecha. Pero ocurre que nadie lo sabe, no hay bola de cristal, y quienes producen lo hacen con la vista puesta en la expectativa de buenos resultados, que muchas veces se tuercen por circunstancias imprevistas que nadie vio venir.

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No es posible ajustar a priori cuántas patatas o cebollas harán falta aquí o allá y cuántas podrían sobrar. Y mucho menos cuando se trata de plantaciones leñosas, que se programan con tiempo por delante y tardan años en empezar a producir.

Más aún, si fuera posible que el sistema tendiese a ajustar siempre a la baja, por si acaso, con tal de no desperdiciar nada, ni siquiera el agua empleada en lo que luego no fuera a comerse, lo que ocurriría es que los precios de los alimentos se dispararían, porque la demanda siempre sería superior a las existencias. Sólo manteniendo una oferta suficiente se garantiza estabilidad de suministro a precios aceptables, aunque muchas veces sea a costa de lo que reciben los productores y en ocasiones se produzca algo que sobra. Pero sólo si sobra hay bastante; si no sobra es que falta, y eso sale más caro.

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Se ve que eso no lo ven quienes, firmes en sus postulados doctrinarios, quieren que prevalezca a toda costa su idea de que se amplíen las medidas garantistas en la planificación hidrológica, lo que en la práctica se traduce en aumentar los caudales ecológicos de los ríos y los controles en las aguas subterráneas. Y, claro, eso choca con las necesidades de quienes trabajan en convertir el agua en alimentos para todos.

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