Obras abocadas al sumidero

La medalla al demérito en la Vega Baja se la lleva la calle Purísima de Bigastro. La principal vía comercial del municipio ha sacado los colores a tres administraciones diferentes, que han tratado de mejorar, sin éxito, lo que había antes. La misma zona de este pueblo se ha tragado la friolera de 736.000 euros para volver a reasfaltarse hace semanas. Este despropósito solo es la punta del iceberg de una serie de proyectos estrella que solo han brillado por su inutilidad. La lista afecta a poblaciones más grandes como Orihuela o Torrevieja, pero a pequeños municipios como Granja de Rocamora o San Fulgencio también.

Gran parte de las inversiones que han caído en saco roto vienen originadas por los fondos Feil o Confianza. Mucho dinero y poco tiempo para pensar en proyectos sensatos. Ahora el equipo de gobierno de Bigastro ha recurrido a otra nueva subvención para asfaltar las calles que rodean el centro neurálgico del municipio. Otros 60.000 euros para implantar una banda de rodadura en una calle, que tuvo adoquinado, se retiró una parte por su mal estado, luego se parcheó para acabar en 2015 igual que estaba antes de la primera obra en 2009.

En definitiva se cometió chapuza tras chapuza hasta que se reasfaltó la calle más polémica de todo el municipio. Un primer proyecto de 300.000 euros supuso el inicio de la rehabilitación del casco antiguo. Para embellecer la zona se obtuvo otra línea de financiación que se encareció hasta los 400.000 euros porque la colocación de los adoquines se complicó. Los vecinos y comerciantes se quejaron de cómo había quedado la obra, con numerosas zonas hundidas y con falta de aparcamiento.

La anterior alcaldesa, Charo Bañuls, retiró parte del adoquinado en un principio y más tarde todo el restante además de los bolardos que estrechaban la calzada. La propia Bañuls llevó a los juzgados esta obra al considerar que no se había realizado de manera correcta el pago a los directores de la misma y que el proyecto sumaba demasiados sobrecostes.

Las quejas vecinales persistían y la heredera Teresa Belmonte decidió asfaltar tanto este vial como otros muy transitados por los bigastrenses. Con una inversión de 60.000 euros se da por cerrada esta etapa negra en la última década donde la calle Purísima ha sufrido multitud de renovaciones.

El problema del adoquinado también lo ha sufrido el casco antiguo de Orihuela donde varias calles se bachearon debido al continuo tránsito de vehículos pesados. En el Consistorio no quisieron desentenderse del material de obra y se reutilizó para acondicionar la Plaza Sara Montiel. Asimismo todas las piedras labradas que se levantaron de la calle Pintor Agrasot (Corredera) se guardaron en dependencias municipales para que más tarde se usasen en otro proyecto público. La misma situación ha ocurrido en la calle Santa Lucía y adayacentes, frente al Palacio de Justicia donde las deformaciones del firme han sido más que evidentes desde hace años.

En Torrevieja también han sufrido la cara amarga de este material, que luce mucho pero que es poco efectivo para viales con tráfico. La calle comercial Caballero de Rodas trajo de cabeza al anterior equipo de gobierno, que decidió eliminar este tramo y dejarlo como estaba. Otra inversión que se precipitó por el desagüe después de varias intentonas de solucionar el desaguisado.

El adoquinado también ha dado problemas en la comarca como en la calle de La Cruz en Granja de Rocamora, donde se hizo un inversión para luego desmontar las piedras. Otros cientos de miles de euros se despilfarraron para un auditorio de verano al que no se le ha dado uso hasta el momento, puesto que las actividades estivales se celebran en otro emplazamiento. La última infraestructura que solo ha durado un quinquenio en perfectas condiciones son los vestuarios del campo de fútbol, que tras no recibir ningún mantenimiento de limpieza, se debieron rehabilitar porque se encontró un brote de legionela. Todos los grifos y duchas iban después de cinco años en funcionamiento.

Una de las obras más inútiles que se ha construido en la última década son las llamadas con sorna 'cochineras' de San Fulgencio. Se trata de expositores de obra preparados en torno a una plazoleta pensados para que acogiera ferias de comercio y de otro tipo. A esta actuación no se le ha sabido dar uso desde que se ejecutó a pesar de costar más de 300.000 euros. La estrechez de los habitáculos no ha permitido darle alguna función con el fin para el que se construyó.

En la misma línea se encuentra el aula de la naturaleza de Catral, ubicada en un paraje alejado cerca del Parque Natural de El Hondo. La iniciativa medioambiental quedó supeditada a la toma de luz, pero el actual gobierno local no ha realizado ninguna visita con el colegio o el instituto. En Callosa de Segura se gastaron miles de euros en una red wifi pública que todavía no se ha habilitado.