'The Boys', una serie de usar y tirar

En casa andamos verdaderamente entusiasmados con la nueva temporada de 'The Boys', que será ya la penúltima en la andadura de la exitosa ficción de Prime Video. Es cierto que cada vez resulta más repetitiva y menos sorprendente, aunque a menudo sabe dejar huecos para el WTF del espectador. Uno, además, tiene la sensación de que las relaciones entre los personajes, sus dinámicas, apenas cambian, y que los esquemas no dejan de repetirse, exagerando cada vez más la locura de sus personajes –adivinen cuántas veces los componentes de la pandilla que quiere acabar con los superhéroes más fascistas y cafres de la ficción televisiva se han visto decepcionados por las formas y maneras de Billy, el carnicero–.

Pero en esa exageración constante, en esas alianzas que vienen y van, en esa forma desquiciada de plasmar el sexo, las parafilias y la violencia gratuita hay algo tan familiar y a la vez tan único que me acerco a cada capítulo con ganas renovadas, pese a que sé es tal la cantidad de acontecimientos por episodio que me olvidaré sin remedio del 90%.

Poco importa que sus valores de producción rocen la excelencia o que, en su desarrollo, articule una de las mejores y más ácidas semblanzas / críticas de la actual Estados Unidos, tan fan de la posverdad, las 'fake news' y ese Donald Trump que, mucho me temo, nos volveremos a comer. 'The Boys' es una serie de usar y tirar y eso no tiene de malo. El propio Freddie Mercury aseguró en su día que era una «prostituta musical» y que sus canciones eran «de usar y tirar». Y era el compositor de piezas como 'Killer Queen', así que no voy a llevarle la contraria. Algo sí que se me ha grabado a fuego y es la magistral actuación de Antony Starr, el sádico Patriota. Me pregunto si podrá escapar del personaje.