arantza furundarena
Sábado, 11 de junio 2022, 00:07
Ha sido Jerjes en la película '300' y Jesucristo en el 'remake' de 'Ben-Hur'. Ahora encarna a Fernando de Magallanes en la miniserie 'Sin límites'. Pero aunque está acostumbrado a interpretar a personajes de gran trascendencia histórica, Rodrigo Santoro al natural es todo menos ampuloso y solemne. Este brasileño simpático y accesible que, como dijo Gisele Bünchen de sí misma, 'fala pelos cotovelos' (habla por los codos), es un conversador infatigable y ameno. «También me encanta escuchar», precisa en una conversación telefónica previa a su viaje a España para promocionar la nueva serie de Prime Video en la que se bate el cobre con Álvaro Morte, su antagonista como Juan Sebastián Elcano y su «gran cómplice» en el set de rodaje.
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«Yo he estado confinado con mi familia y con Magallanes. Bueno, con su fantasma», bromea Santoro. Porque el proyecto, una ambiciosa superproducción, le llegó justo antes de comenzar la pandemia. «Y rodarla ha sido toda una aventura». Pronto descubrió Santoro que lo que se le venía encima era un personaje de proporciones gigantescas. Tras investigarlo a fondo, descubrió que el portugués Magallanes, además de valiente y buen navegante, «era un hombre lleno de conflictos, muy solitario, obsesivo, extremista, muy estratega... Pero sobre todo tenía una misión que cumplir. Para él, más que las ganancias, lo importante era probarse a sí mismo y a los demás, sobre todo al rey de Portugal, que lo había humillado, que se podía llegar, que él no estaba equivocado. Era un ser con el orgullo muy herido».
Le pregunto a Santoro si él por orgullo herido sería capaz de dar la vuelta al mundo en una nao del siglo XVI... «Solo te puedo decir que yo nunca desisto. En eso me reconozco –admite–. Pero es que la vida es muy corta para no ser maravillosa, para no ser grande. Y no se puede desistir». Hace casi 20 años el actor comenzó una carrera internacional que le ha llevado a trabajar en Estados Unidos, América del Sur, Europa... «Así que aventura es mi sobrenombre», ironiza. «Abrir mis horizontes y ampliar mi cultura ha sido el regalo más lindo de esta profesión». Pero el aventurero Santoro siempre vuelve a casa porque, como él dice, «en algún momento hay que tirar el ancla y reconectar con la raíz». Vive con su mujer, la actriz brasileña Melanie Fronckowiak, y su hija de cinco años en Río de Janeiro, una ciudad contradictoria, que considera peligrosa pero también idílica. «Ahora mismo estoy contemplando una floresta, un bosque lindo, está lloviendo un poquito, una cosa maravillosa, una poesía... –relata–, aunque el problema más profundo de mi país es la desigualdad social». En Río viven también sus padres, sus primos, sus amigos de toda la vida y su perro. Y nunca se separa más de un mes de su mujer y su hija. «Son un alimento fundamental para mí».
Nacido hace 46 años en el seno de una familia de clase media en la montañosa Petrópolis, a una hora de Río, su mejor recuerdo de la infancia son los veranos que pasaba en la pequeña hacienda de su abuelo materno montando a caballo. «Estoy deseando que me ofrezcan un papel de jinete». No fue un joven especialmente rebelde, aunque desde adolescente se dejó el pelo por la cintura, «parecía un rockero o un surfista». También tocaba la guitarra, «aunque solo para quedar bien con las chicas». Y comenzó a estudiar Periodismo, carrera que le encantaba, hasta que se apuntó a un taller de teatro y descubrió su vocación de actor.
Hoy Santoro está convencido de que su oficio requiere de mucho trabajo psicológico. «Jugamos con nuestras emociones. Esta profesión trata directamente con el ego. Y ojo con eso... Yo para gestionarlo practico meditación y yoga desde los 20 años». De hecho, su viaje más especial fue el que le llevó a conocer al Dalai Lama. «Hace diez años, la que hoy es mi mujer y yo decidimos despedirnos de nuestra soltería con una aventura y nos fuimos a Tailandia, India, Maldivas, con una mochila a la espalda. Desde India nos acercamos al Himalaya y ahí tuvimos el privilegio de escuchar al Dalai Lama. Fue un ritual de amor y compasión. Hay que ejercitar la espiritualidad, igual que uno va al gimnasio a ejercitar los músculos», aconseja.
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Arriesgado por naturaleza, una de las bromas favoritas de este actor es tratar a los especialistas a cuerpo de rey... «Siéntate, porque hoy no vas a trabajar. ¿Quieres que te traiga un café?», le suele decir a su doble. «No utilizo dobles, todo lo hago yo. Bueno –matiza–, menos en 'Los ángeles de Charlie', que no me dejaron saltar desde una moto».
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