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El río Main baña esta ciudad que en su nombre original -Fráncfort del Meno- le rinde homenaje. Ubicado en el estado de Hesse la localidad alemana se distingue por su importancia financiera, la arquitectura plagada de rascacielos y sus noches salpicadas con conciertos de jazz.
Descárgate las rutas de frankfurt
Es la sede del Banco Central Europeo, apenas llega a los 700.000 habitantes y su imparable desarrollo urbano le han hecho olvidar el trago amargo de no haber sido capital de Alemania. Su visita depara algunas interesantes hallazgos que justifican una escapada desde Valencia. Hay vuelo directo, no existe excusa.
Día 1
Frankfurt no es Manhattan pero se le parece, sobre todo por el skyline, que se ha convertido en un símbolo de la ciudad. Fue el modo en que se recuperó de las ruinas, tras ser bombardeada cuando terminó la Segunda Guerra Mundial. El edificio más alto hasta entonces era la torre de la Catedral, que prontó fue superada por las nuevas edificaciones. En un centro plagado por obras de altura destaca la escultura de la Corbata (1), obra de Claes Oldenburg y Coosje van Bruggen. Las mejores vistas están, sin duda, si se sube al observatorio de la Main Tower (2). Cuenta con terraza, bar y restaurante.
El casco antiguo también fue reconstruido tras la contienda. Se halla rodeado por el parque de las antiguas murallas. El recorrido comienza en la Catedral de Frankfurt (6), lugar de coronación de los Emperadores durante más de 400 años. La Plaza Römerberg (5), del siglo XII, se considera el corazón de la villa. Se distingue por albergar la Casa Romer, vendida a la ciudad por una importante familia de comerciantes, y que desde entonces es sede del Ayuntamiento. Destacan también las llamadas “casas de madera”, un conjunto de casas típicas alemanas, y por supuesto la Iglesia de San Pablo (4). En el centro merece una visita el museo dedicado a Goethe (3). Desde allí es posible planificar una escapada al parque Bethmannpark (7). Aunque para parques más atractivo y grande es el de Grüneburgpark, junto a la Universidad.
Día 2
En el centro de la localidad quedará por conocer la plaza de la ópera presidida por el teatro Alte Oper (8). Muy cerca otra plaza se reconoce por el edificio Hauptwache (11), que fue una cárcel y ahora se ha convertido en una cafetería muy popular. Más adelante el recorrido se encontrará con el edificio de la Bolsa (10) , que fue construido en 1843. Ante su puerta una doble escultura representa los símbolos de la Bolsa. Entre estos focos turísticos se forma una zona conocida como Fressgrass (9), en la que se establecieron diferentes comercios de comestibles que ahora se han transformado, en su mayoría, en restaurantes. Frankfurt es una ciudad conocida por sus salchichas (wurst), pero también por otros platos típicos como las patatas (kartoffel), el schnitzel, el codillo y el sauerkraut. Téngalo en cuenta al pedir en la carta.
La localidad alemana ofrece una amplia variedad de museos. El Schirn Kunsthalle (12) es un antiguo comercio que ahora se dedica a exposiciones de todo tipo. En el palacio de Saalhof (13) se ubica el Museo Histórico y en el de Rothschild, el museo Judío (15). Del gueto judío que vivía en la zona se conserva también el cementerio, uno de los más antiguos de Alemania. Desde el casco antiguo se recomienda cruzar por el Puente de Hierro (14) a la orilla opuesta del río donde varias villas del Museumsufer (16) han sido convertidas en museos, como el de los Iconos o el de Arquitectura.
Día 3
Un tercer día sirve para conocer las zonas más periféricas de la ciudad. Así, detrás de la Ribera de los Museos conviene regresar a Sachsenhausen, barrio de pescadores que hoy goza de un toque bohemio. Uno no se puede ir de este país sin tomar cerveza, así que el Henninger Tum (20) se presenta como un buen espacio para disfrutar de una. Para comer y cenar el barrio de Sachsenhausen ofrece numerosas opciones de tabernas, en las que hay que tomar el famoso apfelwein, que es una bebida que se obtiene de la fermentación del zumo de manzana. Otra escapada merece el barrio de Bornheim, que conserva su anatomía de pueblo antiguo y se reivindica como territorio de ocio, plagado de cafés y restaurantes.
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