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El 21 de junio de 2022, Mónica Oltra presentó su dimisión como vicepresidenta del Consell y titular de Igualdad. Hace un año, en la sede de Compromís, flanqueada por Águeda Micó y Alberto Ibáñez –dos de los grandes beneficiados del caso porque hoy ... van camino de Madrid–, la política franquicia de la coalición dijo adiós para que Compromís nunca volviera a ser lo mismo. Doce meses después, los resultados electorales han sido peores, en el camino se ha quedado la influencia, el verbo, la garra y las ideas, y los nombres que llegaron ni se acercan al tsunami que era Oltra al frente de un partido que le dio la vuelta al tablero político de la Comunitat. Un fracaso, se pinte como se pinte.
Por el camino de la última legislatura, Compromís se ha dejado 85.651 votos, según lo datos que figuran en el portal Argos de la Generalitat. Baldoví ha perdido casi el 20% de las papeletas que sumó Oltra en las autonómicas de 2019 –el techo se tocó en 2015 con 456.823 votos–. El exalcalde de Sueca, la opción menos mala de la coalición, ha puesto cara al primero de los fracasos para un partido que ha perdido sus bastiones en la Comunitat. El principal, el Ayuntamiento de Valencia, con Joan Ribó como exalcalde y líder de la oposición sin el horizonte puesto en los cuatro años de la legislatura. A nivel local, Compromís, que nunca ha sumado tantos votos como a nivel autonómico, sufre una fuga constante de concejales y alcaldías. Oltra se enrocó en un caso tan duro como es el abuso sexual de su exmarido a una menor. Creyó, como el resto de su partido, que todo aquello quedaría en nada, pero una imputación celebrada con una fiesta indecorosa fue su tumba política y el principio del fin de Compromís, al que se le ha bajado el souflé.
La política es como el fútbol, donde todo el mundo creía descubrir a un nuevo Maradona que en realidad no apareció hasta que se parió a Messi. Oltra era más que Compromís, como han certificado las urnas, y Baldoví, Papi, Águeda y el resto no son más que «huits i nous i cartes que no lliguen». Tiempo al tiempo. Aunque no lo parezca, la mayor caída la soporta el cartel electoral de Joan Baldoví, con un descenso del 21% de los votos respecto a las autonómicas de 2019. En Alicante, Aitana Mas se dejó un 17% y en Castellón, Vicent Marzà sobre un 16%. Los tres nombres sonaron para liderar a la coalición, pero el 28 de mayo demostró que carecen de la fortaleza suficiente.
El problema es de relevo. Nadie puede suplir a Oltra, puro ADN Compromís. Su salida se llevó por delante poco después a Mireia Mollà, fruto de las luchas cainitas de la nueva política, que en realidad es más fachada que otra cosa, y a Enric Morera, el colaborador necesario del golpe de 2007. Los padres de la coalición ya no están, y será difícil que vuelvan. No queda nada de aquello, y lo peor es que la segunda generación, con más aspiraciones que realidades, no ha entendido aquello de que lo difícil no es llegar sino mantenerse. Compromís ha iniciado una travesía de incierto recorrido, sin asegurar la vuelta de la hija pródiga, y con posibilidades de convertirse en una opción residual. El enemigo de Compromís es Compromís.
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