J A. MARRAHÍ
Jueves, 24 de mayo 2018, 00:41
«Aquí no hay calabozos de primera o segunda división, todos juegan en la misma liga». Con estas palabras resume un agente de la Guardia Civil cómo son las celdas de arrestados de la Comandancia de Patraix, en las que los detenidos de la operación Erial pasaron ayer su primera noche privados de libertad, entre ellos el expresidente de la Generalitat y exministro de Trabajo Eduardo Zaplana. En las celdas disponibles pernoctaron también Vicente Cotino y su hermano José, ambos sobrinos de el exconseller Juan Cotino. A pocos metros, pasaron la noche Joaquín Barceló y su mujer Felisa López.
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A la hora de retener a un sospechoso en dependencias policiales prima la equidad. No hay distinción social ni económica para adjudicar una u otra celda. Tampoco hay criba por el tipo de delito que les lleve al calabozo. Poco importa el pasado de sus ocupantes. El destino es semejante para ladrones de pistola o navaja o expolíticos bajo sospecha de blanqueo: siete angostas celdas que no superan los seis metros cuadrados con un diseño austero compuesto, en esencia, por una puerta, paredes sin ventanas ni adornos, una luz en el techo con foco inalcanzable y un bloque de construcción adosado a la pared que sirve como cama. Y sobre él, una manta y una colchoneta para descansar. Y así fue como Zaplana pasó la noche. Con el ventanuco de la puerta de la celda como medio para comunicarse con el exterior.
La extrema austeridad y sencillez de estas estancias responde a dos criterios: evitar fugas y prevenir cualquier intento de suicidio por parte de los detenidos. Es el mismo tratamiento que la Guardia Civil ofreció a Zaplana y al resto de sospechosos de la operación policial. Implicó, entre otras cosas, retirar al exlíder popular y al resto de acusados pertenencias como cordones, corbatas, relojes o calcetines. Tampoco en su celda había almohadas, lámparas, cuerdas, muelles o elementos susceptibles de ser usados para autolesionarse. Siguiendo con el protocolo, tampoco se le proporcionó pijama o ropa cómoda para el descanso. El político popular bajo sospecha no dispuso de lavabo o pila en su estancia individual.
Estos elementos de higiene están en un área de uso común para los detenidos y a ella se accede tras solicitarlo, bajo acompañamiento de los guardias que vigilan las celdas. Ducharse es otra comodidad cotidiana de la que ayer no pudo disponer ni Zaplana ni el resto de sospechosos de Erial. Sí se le permitió recibir ropa de cambio o medicinas, como a cualquier otro detenido, pero no visitas durante el periodo de reclusión nocturno.
Desayuno habitual
Al igual que los detenidos habituales, al exministro se le ofreció el desayuno habitual: zumo y galletas o bollería. Sin café. Al parecer, Zaplana llegó al acuartelamiento de la calle Calamocha pasada la media noche y estuvo en su celda hasta aproximadamente las nueve de la mañana. Antes de esa hora se presentó su esposa en la sede de la Benemérita, la también investigada pero no detenida Rosa Barceló.
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Poco después, ya al filo de las nueve y media de la mañana, el que fuera hombre fuerte del PP abandonó el cuartel de Calamocha. Lo hizo custodiado por agentes de la Unidad Central Operativa (UCO) y a bordo de un Citroën C5 plateado con las lunas tintadas que le condujo a Madrid para nuevos registros de la operación Erial. Allí llegó pasadas las tres de la tarde. Ya no regresó a los calabozos de Valencia. Zaplana acabó la jornada en las celdas del acuartelemiento de Tres Cantos, en la capital. Si su salud no lo impide, hoy será puesto a disposición judicial.
En menos de tres años, dos expresidentes de la Generalitat han pisado los calabozos de la Guardia Civil de Valencia por su vinculación con actividades de blanqueo. Su predecesor fue José Luis Olivas, exresponsable de Bancaja y presidente de la Generalitat entre 2002 y 2003. Fue a finales de junio de 2015 y también en otra operación de la UCO.
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Olivas y otros ocho exdirectivos de la entidad bancaria fueron arrestados por apropiación indebida, blanqueo, corrupción y falsedad documental, en relación con proyectos de inversión de la entidad en el Caribe. La historia parece repetirse como un calco. Del paraíso fiscal a la amargura de los calabozos.
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