Pistoletazo de salida a la carrera electoral en la Comunitat

Bloques. El voto de los decepcionados será la clave que decida al ganador

Héctor Esteban

Valencia

Viernes, 21 de octubre 2022

Las próximas elecciones autonómicas se decidirán por la 'foto finish' de un puñado de votos. Un par de bloques antagónicos separados por medio cuerpo. Por un lado, la izquierda arracimada en el Botánico, con tendencia al estancamiento y con el reto de sobrevivir para iniciar ... una tercera legislatura como matrimonio de conveniencia. Los cambios de ciclo pesan y existen, y cuando cogen vuelo suelen ser demoledores. En la otra orilla, el bloque del centro derecha, que progresa adecuadamente, según las encuestas, aupado por la anunciada caída de Ciudadanos, el gran perdedor de los próximos comicios y caladero de votos para pescar en aguas revueltas. Casi medio millón de votantes está buscando acomodo. La desaparición de la formación naranja, según pronostican los sondeos, es clave para los próximos resultados electorales. Ahora mismo, a medio año de que comience la campaña electoral, nadie se atrevería a jugarse un penique a favor de un vencedor. Un detalle puede cambiar el curso de los acontecimientos.

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Esta semana, el Diario Oficial de la Generalitat ya pintaba de color blanco las papeletas para las autonómicas. El anuncio hizo levantar las orejas a aquellos que pronostican desde hace tiempo un adelanto electoral -la baza que se guarda el presidente del Consell, Ximo Puig, en la manga- pero la realidad, salvo sorpresa mayúscula, es que los comicios se celebrarán el último domingo de mayo, o al menos, así lo aseguró el jefe del Consell en una entrevista en LAS PROVINCIAS el día de la Comunitat Valenciana. En esta ocasión, las autonómicas volverán a coincidir con las municipales, algo que no sucedió en 2019 y que se convierte de nuevo en un detalle a tener en cuenta. Hay mucha gente que elige el mismo voto casi por inercia para los dos procesos electorales.

Los triunfos por bloque tienen un problema. A veces, ganar votos resta a los tuyos, por eso son importantes los equilibrios. El elector flotante se puede mover entre los partidos que se aproximan al centro, y el trasvase de apoyos entre socialistas y populares no es algo extraño. La línea roja que separa a ambas formaciones es milimétrica.

Los datos demoscópicos apuntan que el gran impulso electoral será para el Partido Popular de Carlos Mazón, que parece que ya ha salido de la travesía por el desierto en la que le metió la corrupción. El PP se perfila de nuevo como el partido más votado en las próximas autonómicas. Su fortaleza estará en sumar la mayor parte de los 470.676 votos que el Ciudadanos de Rivera y Cantó se llevó en las últimas autonómicas, aunque será todavía más crucial la llegada de los decepcionados con las políticas socialistas. Ese es el punto de inflexión. Hay un perfil de votante que se encuadra en los parámetros de la gobernabilidad, que huye de las orillas para sustentar las políticas de la moderación. Electores sin más ideología que la estabilidad, y que ahora medirán el peso de su voto en función de los socios de gobierno de los dos grandes partidos. La clave está en si soportarán mejor el bloque en el que está Vox o en el que habitarán Compromís y Podemos. Ya no se trata de depositar la confianza en populares o socialistas, sino en asumir a la pareja de baile.

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Este es el voto de la decepción, el que en realidad hace perder las elecciones al partido que gobierna o al que al menos tiene posibilidades de hacerlo. El PP sabe de esto, igual que le pasó al PSPV a mediados de los noventa. Cuando un votante se siente defraudado, ajusta cuentas. Y en estos casos, el más débil es el que gobierna, porque siempre está más expuesto.

El desgaste puede ser mayor para el PSPV de Puig, ya que tras dos legislaturas de experiencia el Botánico puede haber cubierto un ciclo. Además, el Compromís de Joan Baldoví, que él anuncia más nacionalista y reivindicativo, puede no casar con las pretensiones de una parte de la izquierda que no aspira a nada más que al federalismo y a cierta descentralización.

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La formación econacionalista, nacida de un matrimonio de conveniencia y antinatura, tiene ante sí el reto de mantener su fortaleza electoral sin su franquicia, que no es otra que Mónica Oltra, que agota sus balas para ver si puede volver a la primera línea en olor de multitudes. Por ahora, maniobra sin resultados.

En Compromís llega el momento de averiguar si la marca está por encima del personaje. A Baldoví, el resultado de las últimas generales no le fue del todo bien. Un islote en el Congreso con más ruido que nueces. El discurso suena pero los hechos son limitados y sus políticas son antagónicas con muchas de las decisiones del Botánico. Estas elecciones permitirán calibrar si Compromís ha tocado techo.

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En estos comicios, el vagón de cola será tan importante como la locomotora. Nadie gobernará sin ellos. Vox ha visto rebajadas sus expectativas por la llegada de Núñez Feijóo. En este caso, los decepcionados con el PP de Pablo Casado han vuelto al redil con el proyecto que lidera el político gallego. Pero el PP valenciano necesita a Vox en el bloque, por lo que la duda será cómo se repartirá ese aumento de apoyos. No basta con engullir a Ciudadanos, la clave está en los paracaidistas que lleguen del PSPV al Partido Popular. En el extremo de la otra orilla está Podemos, muy pendiente de un listón electoral del 5% que no termina de atar. Sin los morados en Les Corts Valencianes, el Botánico lo tendrá muy complicado.

PSPV

Puig lucha contra Sánchez y el propio Botánico

El mayor activo que tiene el Consell del Botánico es el perfil de su presidente, Ximo Puig, que ha logrado barnizar las políticas del tripartito con pinceladas de moderación, equilibrio y responsabilidad. Puig se ha convertido en un referente reconocible, más allá de las ideologías, para todos los valencianos. La gestión de la pandemia, que ha sido más que notable en unos momentos de máxima dificultad, ha dado credibilidad a Puig, más como presidente que como gobierno. Los socialistas aspiran, por los menos, a mantenerse y a esperar que sus socios de gobierno aguanten el tipo para sumar y pactar una tercera legislatura. El problema quizá esté en el desencanto de mucho elector del PSPV, que ha acabado hastiado de los pulsos y la envoltura sin contenido del ala más extrema del Botánico.

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Además, el PSPV tiene otras fugas abiertas de complicada solución. La primera, es el propio Gobierno de Pedro Sánchez, que es el más opositor al actual Consell. Madrid no ha complacido a Puig con la reforma de la financiación, la gran reivindicación del Botánico y que no ha sido plasmada en un documento que permita al presidente de la Generalitat acabar con el histórico agravio al pueblo valenciano. En la agenda de Sánchez nunca se ha priorizado una cuestión vital para el Consell al inicio de la legislatura.

Y ahora, las dudas de Volkswagen para instalar su planta de baterías eléctricas en Sagunto, cuando las fotografías ya están hechas, dejan bajo el dintel del ridículo a un Consell que puede ver como el maná para el futuro de la Comunitat se queda en cuatro titulares de prensa enterrados en un campo de naranjos.

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A esto se suman los casos de corrupción, en especial el de Azud, del que los socialistas se quieren desmarcar a marchas forzadas sin darse cuenta de que muchos de ellos también pasaban por allí en la época en la que Ignasi Pla aspiraba a ser presidente de la Generalitat. Puig tiene el as en la manga de convocar elecciones en el momento en el que crea oportuno para garantizarse una victoria. Asegura que agotara el mandato, pero en esta recta final de la legislatura nunca hay que descartar que se puede apretar el botón del adelanto electoral.

PPCV

Feijóo revitaliza el proyecto de Mazón

A Carlos Mazón, casadista (o teodorista) de toda la vida, la llegada de Núñez Feijóo le ha venido como agua caída del cielo. El gallego ha hecho que el PP sea otra vez reconocible para aquellos votantes que miraron a Vox en búsqueda de la identidad perdida. Mazón ha aumentado su nivel de conocimiento entre electorado, sería estúpido no reconocerlo, pero igual de estúpido que no asumir que conforme se sube de Pilar de la Horadada a Vinaròs el apellido Mazón suena menos.

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El PP es el partido con viento de cola, el que permite escalar posiciones, pero tiene el problema de que parte desde muy atrás. De 19 escaños, que son los que tiene, a 50 diputados, que marcan la mayoría absoluta, hay mucha distancia. Tanta que ahora mismo para Mazón es una utopía electoral.

La tendencia es positiva, y los resultados de Díaz Ayuso en Madrid y de Moreno Bonilla en Andalucía hacen pensar en una noche electoral exitosa. Ayuso, con Casado todavía en Génova, ganó porque se sintió libre. Moreno Bonilla triunfó por su gestión, que consolidó con una rotunda mayoría, pero la guinda del éxito se la dio, sin duda, el arrastre de Feijóo, que fue la puntilla para la apuesta de Vox por Olona.

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La tendencia es favorable para Mazón, pero esa euforia popular, alimentada por los éxitos en Madrid y Andalucía, es una trampa para el líder del PP valenciano. Unos resultados que no garanticen una gobernabilidad es fácil que no le den una segunda oportunidad al actual presidente de la Diputación de Alicante. Tiene que encontrar el equilibrio entre la pizarra y la pericana.

La estrategia del candidato no es mala. Mensaje popular, con una rebaja fiscal que Puig se ha visto obligado a (medio) imitar, buenas relaciones con los cargos de Ciudadanos, a los que hay que fagocitar, y cierto tancredismo para no moverse y los que se equivoquen sean otros.

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El PP valenciano debe rozar los 40 escaños para aspirar al gobierno de la Generalitat, y doblar resultados es como mínimo una empresa cuanto menos complicada. La consolidación municipal, con el reto de recuperar el voto local, será clave para llevar a Carlos Mazón a la presidencia de la Generalitat. Está claro que el PP no gobernará si María José Catalá no es alcaldesa del 'cap i casal'.

Ciudadanos

La crónica de una desaparición anunciada

Ciudadanos apunta a la desaparición del hemiciclo valenciano. No hay que poner tiritas en una formación que todos los sondeos apuntan que no tendrá representación en Les Corts en la próxima legislatura. La barrera electoral del 5% es ahora mismo un muro infranqueable para un partido que ha muerto de éxito arrastrado por las malas decisiones del que fuera su líder, Albert Rivera.

Ciudadanos, con Toni Cantó a la cabeza, un candidato poderoso y reconocible, se colocó como tercera fuerza más votada en la Comunitat Valenciana gracias al bocado dado al electorado de un Partido Popular que tocó fondó. La fortaleza que se le exigía a los populares la encontraron los electores de centro en el discurso aguerrido de Cantó, odiado y venerado casi a partes iguales.

La salida del actor fue el fin de Ciudadanos, perdido en la Comunitat en la misma indefinición que a nivel nacional y en el resto de autonomías. Su mejor baza es a la vez su condena. Ruth Merino, la actual portavoz del grupo en Les Corts, es un perfil amable y moderado que aglutina elogios pero despierta pocas pasiones. El estilo Merino se aleja totalmente del modelo que encumbró a Ciudadanos en la Comunitat. Además, el grupo parlamentario nada tiene que ver con el partido que deslumbró en las últimas autonómicas y en Madrid la fórmula Arrimadas servirá para certificar la defunción política anunciada.

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El tiempo llevará a Ciudadanos al paradigma de cómo morir de éxito, de cómo la nueva política subió a la misma velocidad que descendió. La formación naranja agota su tiempo en el hemiciclo valenciano y el único interés que le queda es el de conocer en el escrutinio final cuántos votos ha logrado 'robar' al resto de candidaturas.

La noche electoral, sin representación a la vista, la formación, integrada por mucha gente que de verdad llegó para intentar cambiar las cosas, será pieza de un importante análisis para determinar dónde han ido a parar los más de 470.000 valencianos que en 2019 pusieron su confianza en un partido que encabezó con éxito un Toni Cantó que ya no está ni en la primera línea política tras su rocambolesco paso por el Partido Popular.

Estos comicios serán, salvo milagro electoral, el escrutinio de una desaparición anunciada para la formación naranja.

Compromís

Enfrentarse a lo desconocido: el día después de Oltra

Compromís concurrirá por primera vez sin su cartel franquicia: Mónica Oltra. Por ahora, aquella fiesta en el río fue de despedida, porque la investigación judicial sobre la gestión de Igualdad en el abuso a una menor por parte del exmarido de la exvicepresidenta sigue un curso que hará difícil la vuelta de la exlíder de Compromís.

Joan Baldoví es un melón por abrir. Primero, porque los genes nacionalistas encabezarán una formación que siempre ha optado por un cartel más alejado del debate identitario, y segundo, porque está por ver que el exalcalde de Sueca sea capaz de aglutinar a todas las sensibilidades. A Iniciativa no le han sentado bien los movimientos casi clandestinos de Més -antiguo Bloc- para ocupar el trono vacío dejado por Oltra. La vicepresidenta del Consell, Aitana Mas, hizo evidente el vacío al atrevimiento de Baldoví, y hay políticas de energía alternativa, como las placas solares, que se defienden con vehemencia desde la conselleria mientras que a nivel municipal hay quien prefiere un perfil bajo para no lastrar el resultado de las locales.

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La fortaleza de Compromís está en el voto consolidado en varios territorios de la Comunitat, empezando por la capital. La elección de Joan Ribó como candidato a la alcaldía, a la búlgara y sin primarias, es el síntoma de que no hay opción a los experimentos. El temor a hipotecar un futuro Botánico existe, por lo que el objetivo, cuanto menos, es caer menos de lo necesario. Las encuestas no apuntan a una mejoría en una formación que no se ha trabajado su renovación. Hay cargos de Compromís apoltronados en el sueldo público desde hace quince años, y se les empieza a ver el cartón.

La coalición exhibe músculo con más de 440.000 votos en las últimas autonómicas, aunque es posible que hayan llegado al kilómetro 30 de su propio maratón, donde empiezan a surgir las dudas. Además, el más que posible candidato, el diputado Baldoví, defiende que su partido no ha sido todo lo reivindicativo que se preveía con algunas políticas del PSPV, como la reforma de la financiación. Compromís corre el riesgo de no centrar el tiro, y sin el manto de Mónica Oltra, se enfrenta en mayo a la auténtica reválida de su proyecto.

Vox

El tirón de Abascal y el freno a las expectativas

Vox es un partido en el que los candidatos locales son lo de menos. El paraguas de Santiago Abascal es tan amplio que poco importa la visibilidad local. Es una formación que arrastra desde la capital y, como se ha demostrado en Andalucía con la apuesta de Macarena Olona, ya nada garantiza un crecimiento exponencial como el que auguraban ciertas expectativas no hace tanto. A peso, los resultados andaluces son un fracaso que ha derivado en la salida de Olona del partido, el enfrentamiento abierto y público con Ortega-Smith, y la salida de la sala de máquina de éste con el objetivo de recomponer aspiraciones y resultados.

La querencia apunta que la llegada de Núñez Feijóo a Génova ha retenido a parte del electorado conservador que veía en Abascal la solución. Los resultados del PP en Madrid y Andalucía actúan como efecto simpatía, por lo que muchos de los que estaban dispuestos a dar el salto serán fieles a la tradición popular el día de autos. Vox no ha sobresalido durante la legislatura en el hemiciclo valenciano, aunque su portavoz, Ana Vega, ha cogido tablas conforme ha avanzado el mandato.

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La gran pregunta es la capacidad de mejora de una formación que en las últimas autonómicas bordeó los 300.000 votos y fue el tercer partido más votados en la generales en la Comunitat, con casi 340.000 sufragios.

Los diez escaños de la formación son el mínimo exigible para tratar de apuntalar un bloque junto al Partido Popular, aunque se antojan insuficientes. La esperanza del Botánico no está en que el PP no crezca, sino que las expectativas sobre Vox se queden por debajo de lo esperado. Es una de las grandes dudas en las encuestas porque sus resultados en los sondeos arrojan la mayor horquilla de escaños en el capítulo de las previsiones.

La recta final de la legislatura, con un presidente y un líder de la oposición reconocible -Sánchez y Feijóo- se le puede hacer muy largo al partido de Abascal, que pierde el terreno que habían conquistado porque sentía que Casado era presa fácil. Y ese peaje es el que puede arrastrar a unas candidaturas autonómicas sin líderes reconocibles y escaso tirón electoral entre los ciudadanos.

Unides Podem

Al borde del precipicio del listón electoral

Una de las grandes incógnitas para la noche electoral de 2023. La lógica y las encuestas todavía sitúan a Podemos dentro del arco parlamentario en la Comunitat, pero la seguridad no existirá hasta el recuento. La transición ha sido tranquila y ajustada para evitar debates estériles que puedan hipotecar un resultado que no dé la suma para reeditar el Botánico. Es otra de las formaciones donde el carisma no lo aporta el candidato local, porque Héctor Illueca, vicepresidente del Consell tras la salida de Martínez Dalmau, es otro de los que tiene el don de la invisibilidad.

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Podemos todavía vive en la Comunitat de los restos de Pablo Iglesias, que desde fuera de la política y sin la coleta, se deja ver para ayudar a los suyos y evitar que su criatura política se hunda. Es el otro paradigma, junto con Ciudadanos, de que la nueva política lleva camino de ser efímera.

En la Comunitat Valenciana, la formación morada ha destacado más por el rosario de líderes que por gestión y propuestas. Antonio Montiel, Antonio Estañ, Naiara Davó, Martínez Dalmau, Pilar Lima y Héctor Illueca son demasiados nombres para el limitado historial de un partido que es más comparsa que otra cosa en un Botánico dominado por el PSPV y Compromís. Nunca un líder de Podemos hizo sombra a la dupla Puig y Oltra.

Podemos se rearma con la intención de, al menos, quedarse como está, y envía a Pilar Lima al Ayuntamiento de Valencia con la intención de volver a entrar en el cap i casal, de donde salió en la últimas locales dando síntomas de sabor a fracaso.

La baza de Podemos es que todavía puede mantener un electorado fiel y captar a aquellos votantes de Compromís que se sientan menos representados con la propuesta de Més que lidera Joan Baldoví. Algunos electorales no se sienten tan cómodos en ambientes nacionalistas y menos sociales. Si Podemos no llegara al 5%, el bocado de papeletas para la izquierda sería más que importante, y pondría en riesgo la reedición de una tercera edición del Botánico.

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