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Burguera
Martes, 11 de junio 2024
Compromís ha adoptado una actitud clásica en política: poner al mal tiempo buena cara y aferrarse a los números que se traducen en cargos ... públicos. La digestión de las europeas en la coalición es aparentemente sencilla. En política, las apariencias y las percepciones son importantes. «Objetivo cumplido», fue el mensaje difundido a las pocas horas de las elecciones europeas. «No pasa nada, seguimos», es el discurso tras conocerse que la apuesta por Sumar se ha torcido con la dimisión de Yolanda Díaz. Hasta aquí las ideas públicamente anunciadas. ¿Pero y dentro? Dentro hay miedo. Como en Halloween. Miedos comunes, de toda la coalición, y miedos personales, de perder el puesto. De ahí que las ejecutivas de Més (el partido nacionalista, el antiguo Bloc, mayoritario en Compromís y cuya cúpula ha acaparado los cargos de mayor visibilidad) y posteriormente la de Compromís sirvieran el lunes para destilar una latente inquietud. La coalición empieza a sonar a hueco. Los análisis, al margen del discurso de la cúpula, son de preocupación. Entre los que estaban en el equipo inicial de Ribó en el Ayuntamiento de Valencia, entre los que han estado durante años en puestos de la Generalitat, entre nacionalistas de Més, soberanistas, entre dirigentes y militantes de Iniciativa, el partido de Oltra… asoma un horizonte confuso. El camino a no seguir, a evitar, que fue el de Unión Valenciana (UV) a finales de los 90. El partido fundado por Lizondo se instaló cómodamente en las instituciones. Sin embargo, en 1999 se volatilizó. Hasta aquellas elecciones autonómicas, en UV se produjo un tránsito de enfrentamientos internos que comenzó con la expulsión del propio Lizondo y de paulatino vaciado, de negación de la realidad y de huída hacia delante. El bipartidismo los devoró.
Se atribuye a Ortega y Gasset la advertencia de que «toda realidad ignorada prepara su venganza». Ciertamente, no todos en Compromís se sienten cómodos con la situación actual. La cuestión es si la cúpula ignorará las señales de que a la coalición se le pone cara de UV en 1997. O de Ciudadanos en 2021.
¿Y las señales cuáles son? A las pocas horas de conocerse los resultados de las europeas, el exdirector de la Institución Alfons el Magnánim, Vicent Flor, publicó unas reflexiones que no tienen nada que ver con el discurso oficial sobre el objetivo cumplido, seguimos, no pasa nada: «Compromís baja. Continúa bajando desde los resultados de 2015. Estamos aún más lejos de recuperar la Generalitat, pero salva los muebles gracias a negociar el número 3 en la lista». Por un lado, los cargos, por el otro, la tendencia. El ex secretario autonómico Enric Nomdedéu también advierte de que «comienza a ser tendencia ir aguantando a la baja los resultados». La dimisión de Yolanda Díaz al frente de Sumar certifica el fin de la apuesta de la coalición en el ámbito nacional. En las ejecutivas de Més y de Compromís celebradas para analizar los datos, mensaje oficial de alivio y alegría, pero la preocupación y la divergencia late. Surgió el lamento de que Vicent Marzà hizo la campaña prácticamente en solitario, con gran parte de la coalición desenganchada.
Los datos de las mesas electorales, localizados al detalle, demuestran que aquellos que pelearon por lograr buenos puestos en las primarias, que apuntaron amigos y conocidos para que les votasen, y que también están muy localizados, posteriormente no han trabajado para que esas simpatías se traduzcan en votos para la candidatura de Compromís. El cotejo entre supuestos simpatizantes y el de las urnas no cuadra. O sea, se preocuparon de colocarse en primarias, pero no de impulsar el voto en las elecciones.
La ausencia de Oltra y de interlocución con ella y su entorno comienzan a generar alarma. Quedan cinco semanas para que se conozca si su proceso judicial queda definitivamente archivado. La comunicación con ella es inexistente. Los situados en su círculo más cercano ni aparecen por las ejecutivas de Compromís mientras alguna dirigente nacionalista tuvo la ocurrencia de comentar su extrañeza e incomodidad tras hacerse público que Oltra comió hace unos días con el líder de Ens Uneix, Jorge Rodríguez. «Se está dejando ver. Le tienen miedo y no es para menos», comenta un cargo electo de Compromís vinculado a Més, el antiguo Bloc, sobre el temor de la dirección nacionalista a la posible vuelta de Oltra, una actitud que comparan a «lo que pasa cuando el hermano mayor, si la madre se va de viaje y ya veremos cuándo vuelve, se aprovecha de los hermanos pequeños y tiene la casa hecha un Cristo. Ahora la casa está sin arreglar, y lo peor es que, como venga mamá, la bronca y el castigo serán para él».
Y además, mientras la cúpula de Compromís teme el retorno de Oltra a la vez que anhela su liderazgo electoral, el Congreso de Més se acerca (es en octubre). La corriente crítica Bloc i Pais impulsará una candidatura alternativa a la oficialista que encabezaría Amparo Piquer, la actual secretaria general de Més una vez Àgueda Micó se convirtió en diputada y portavoz adjunta de Sumar, un puesto que en Compromís saben que puede peligrar: «Debe preocuparse y mucho de que no le vuele el puesto de portavoz adjunta».
«Actúan igual que una agencia de colocación de políticos como en su día hizo UV. Compromís en Alicante es residual, en Castellón va a menos al igual que en Valencia», explica un consultor político, quien recuerda que, tras la salida de Oltra, no hay tendencias alcistas electorales de ningún tipo: «Era mejor líder electoral que vicepresidenta, pero ahora Compromís regala votos al PSPV, acumula abstención y apuestas equivocadas como Sumar». El analista político Jaume Miquel describe el Compromís pre Botánico como el márketing impulsado por un Bloc joven y dispuesto al servicio del tirón electoral de Oltra. Y ahora (o por ahora) no hay Oltra, y los nacionalistas han envejecido y se han fragmentado.
¿Y la respuesta ante las señales? Àgueda Micó, desde el Congreso (y con el síndic de Compromís en Les Corts, Joan Baldoví, en los pasillos de la Cámara Baja pasando el día en Madrid), puso el foco en que Sumar tiene un problema, pero Compromís no.
«Compromís continuará trabajando para que el pacto de Gobierno siga adelante y el grupo continúa en el Congreso. Los 27 diputados trabajamos coordinados», indicó Micó. Entre la cúpula nacionalista se resisten a escuchar a las voces críticas, que surgen tanto en Més como en Iniciativa, y que piden salir ya de Sumar antes de perder toda identidad. En la dirección de Més se manejan variables como que Pedro Sánchez pactó aspectos de la financiación con ERC, que es extensible a la Comunitat; que Bildu exige derechos sociales y que es algo que Compromís también reclama, que Diana Morant necesita aportaciones del Gobierno que permitan demostrar su influencia como ministra. Y que todas esas buenas noticias podrían ser pruebas de la utilidad de Compromís si los valencianos siguen apoyando a Sumar y al Gobierno. Micó, en cualquier caso, lanzó una idea muy similar a la que simultáneamente ofreció la diputada en Les Corts Isaura Navarro: Compromís es la marca que puede y debe aglutinar los votos a la izquierda del socialismo en la Comunitat.
«No hemos formado parte ni formaremos parte de ninguna reagrupación a nivel estatal de la izquierda española. Somos un proyecto político de estricta obediencia valenciana que hemos demostrado capacidad de colaborar y cooperar desde la horizontalidad, de igual a igual, con otros proyectos estatales pero manteniendo nuestra autonomía e independencia», indicó Micó en rueda de prensa en el Congreso.
La autodestrucción de Sumar deja en la Comunitat a más de 100.000 votantes huérfanos de opción electoral. Los que en su día votaron a EU, o a Podemos, y que mantienen reservas hacia Compromís, son un caladero de votos que podría incorporarse al de la coalición. O no. Precisarían de una formación activada e ilusionada, dos actitudes opuestas al estado de ánimo de una gran parte de la militancia y los votantes de Compromís.
Recuperar liderazgos electorales ahora desaparecidos y retomar un discurso muy conectado a las reivindicaciones de sus bases son las dos recetas que se autoprescriben en la coalición. Saben qué habría que hacer. El problema es quién y cómo hacerlo antes de acabar como UV.
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