![Elecciones 2023 | Compromís se vuelve invisible](https://s1.ppllstatics.com/lasprovincias/www/multimedia/202210/25/media/cortadas/oltraybaldo-RlTfNO2Aqm1qVhVi6qqayXJ-1248x770@Las%20Provincias.jpg)
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Compromís no está. La formación nacionalista liderada por Mónica Oltra, socia del PSPV en el Gobierno valenciano y al frente de la vicepresidencia del Consell anda desaparecida del debate político. La caída de su líder, ahora ya definitivamente apartada de las candidaturas para 2023, ... es el colofón de un proceso de creciente invisibilización del partido, que ha ido en paralelo a la caída a los infiernos de su líder. Apenas el alcalde Joan Ribó conserva cierto espacio de visibilidad para su gestión. Ni Vicent Marzà, llamado teóricamente a asumir las riendas de la coalición cuando dejó el cargo de conceller, ni Aitana Mas pese a ser nombrada sucesora de Oltra en la vicepresidencia del Consell, ni Joan Baldoví, pese a sus prisas para ponerse el primero de la lista para optar a la presidencia de la Generalitat dentro de siete meses. Ya no es sólo cuestión de no lograr ni una mínima parte del protagonismo de Oltra. Es que ni siquiera parecen participar del debate político.
Compromís firmó en 2015 con PSPV y Podemos el pacto del Botánico, el acuerdo para convertir a Ximo Puig en presidente de la Generalitat e incorporarse al Gobierno valenciano como actor fundamental. Una apuesta obligada, no sin cierto riesgo para un partido mucho más acostumbrado a la crítica política –léanse los ataques al PP de la legislatura 2011-2015- que a la gestión. Pasar del gamberrismo a la moqueta tiene sus riesgos. Compromís los asumió. Y aunque Oltra no logró cumplir la hoja de ruta que se había trazado, y que le situaba en 2019 como líder de la izquierda valenciana, al menos la formación nacionalista suma ya dos legislaturas ocupando destacados espacios de poder a nivel autonómico, provincial y municipal. El desgaste propio de más de siete años de gobierno, con una pandemia, una crisis económica devastadora, una inflación desbocada y una guerra a las puertas de Europa, ha pasado factura. También la impsoibilidad de llevar a cabo un programa político mucho más radical que el del PSPV, que en definitiva es el partido mayoritario del tripartito.
El resumen somero de este proceso encuentra su punto álgido en la condena al exmarido de Mónica Oltra por abusos sexuales a una menor tutelada por la Generalitat y, por tanto, dependiente de la conselleria de Igualdad dirigida por la propia Oltra. Un caso terrible, políticamente insostenible, con todos los elementos para acabar con la carrera política de la afectada. Una puerta abierta, no obstante, para comprobar si en Compromís hay algo más, además de su carismática líder. A la vista de la actualidad podría concluirse que si hay algo, permanece oculto. El recurso al alcalde Ribó para que vuelva a optar a la alcaldía a sus 75 primaveras más parece un intento a la desesperada de evitar una debacle que un movimiento de futuro. Porque el resto de movimientos en el seno de la coalición han ido mucho más en el sentido contrario. El adiós del alcalde de Alzira, Diego Gómez, las rencillas entre Mireia Mollà y sus compañeros del Consell por el debate sobre las renovables, la falta de pegada del discurso de Papi Robles en Les Corts, la incapacidad de Aitana Mas para romper el caparazón político pese a disponer todos los viernes de una comparecencia pública ante los medios de comunicación, la desaparición política de Vicent Marzà o la búsqueda de nuevos destinos por parte de Enric Morera…
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JC. Ferriol Moya A. Rallo
Compromís descuenta semanas para la convocatoria electoral de mayo de 2023 sumido en la melancolía de ver cómo su líder, la gran artífice del éxito electoral de la coalición, no logra despegarse del agujero negro judicial al que se enfrenta. Justamente ella, que consiguió hacer en su día exactamente eso mismo con tantos cargos del PP valenciano. Y la respuesta es… que no hay respuesta. La formación nacionalista tampoco ejerce como tal en debates tan favorable como podría ser el de la reforma del sistema de financiación autonómica, las inversiones del Gobierno central en la Comunitat o el estado de las Cercanías. Sea por falta de voluntad política, por no molestar al socio de Gobierno o porque la propia denuncia de todos esos agravios por parte de Madrid debería de haberle llevado, practicando su propia ortodoxia política, a abandonar el Gobierno valenciano. No se ha hecho, pese a discrepancias evidentes como la ampliación del Puerto de Valencia, la política fiscal o la instalación de grandes superficies comerciales en la Comunitat. El argumento de que esa decisión podría servir en bandeja el regreso del PP a las instituciones no oculta esa otra razón, mucho más pragmática, que tiene que ver con el elevado número de cargos públicos y asesores que, gracias a su responsabilidad en el Consell o en los distintos gobiernos, perciben un sueldo público. Demasiado frío ahí afuera.
Con un escenario como este, el horizonte político para la coalición puede ser cualquier cosa menos claro. El precipitado viaje de Baldoví a la política autonómica es una solución de urgencia que trata de exprimir el nivel de conocimiento del veterano (64 años) político de Sueca, popular pese a sonoros fracasos como el de aquel compromiso de Sánchez de reformar la financiación en ocho meses –enero de 2020- o resbalones inexplicables como el de la recuperación del Derecho Civil Valenciano. Baldoví no es Oltra, pero es que nadie en Compromís es ni lejanamente parecido a la dirigente de Iniciativa. Las encuestas aún no miden un desgaste excesivo de la formación nacionalista, aunque otra cosa será cuando el debate electoral se vaya abriendo camino y el principal exponente nacionalista, la propia Oltra, no sólo no pueda participar en la campaña, sino que tenga que ser poco menos que ocultada para no hacer evidente su delicada situación judicial.
Compromís parece apuntar más a 2027 que a 2023. Como si la inminente cita electoral fuera un trámite que superar, a la espera de que Marzà pueda consolidarse a nivel interno, forzando un reequilibrio de fuerzas en el seno de la coalición. Como si la coalición pudiera encontrar una referencia siquiera parecida a la de Oltra, pero sin Oltra. O lo que es peor, quizá con Oltra condenada por la justicia. Mientras tanto, su invisibilidad amenaza con desmovilizar aún más al electorado de izquierdas, ya preocupado con la falta de pegada de Podemos. Si dos de las tres patas del tripartito se debilitan, las opciones electorales de la izquierda se reducen. Queda Ribó, si la salud le respeta, para tratar de sostener el voto en la ciudad de Valencia. ¿Lo demás? Hace meses que ni está ni se le espera.
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