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José Luis Ábalos (Torrent, 1959), un veterano del socialismo valenciano, curtido en mil batallas, fue probablemente el descubridor del sanchismo, esa teoría política que toma su nombre del apellido del líder del PSOE, Pedro Sánchez, y que tan bien describió el propio presidente del Gobierno ... en su 'Manual de resistencia'. Ábalos fue el primero que animó a Sánchez a resistir, cuando el PSOE puso a su secretario general de patitas en la calle, aquel famoso 1 de octubre de 2016. Otro PSOE, el actual, el que Sánchez maneja a su antojo porque la única voz crítica que se tolera es la de Emiliano García Page, ha decidido ahora, una semana después del batacazo gallego y en puertas de aprobarle la amnistía a Puigdemont, que Ábalos debe entregar su cabeza. Las últimas encuestas publicadas –este lunes- avanzan una caída del PSOE y un PP con la mayoría absoluta al alcance de la mano.
El político valenciano va a pagar los platos rotos por los negocios con las mascarillas de un colaborador suyo, Koldo García, en lo peor del Covid. Koldo fue, no es ninguna novedad, una recomendación de Santos Cerdán a Ábalos. Mientras el valenciano ocupó la secretaría de Organización del PSOE y el ministerio de Transportes, Cerdán era su segundo en el partido. Ahora, el jefe de la fontanería socialista se dedica a cumplir el encargo de Sánchez de acercar el pacto con Puigdemont. ¿Tiene alguna responsabilidad en el fichaje del último aizkolari socialista –en palabras de Sánchez-? El PSOE ha decidido que no, que el cortafuegos es Ábalos.
No es la primera caída de Ábalos. En verano de 2021 el entonces ministro y número tres del PSOE fue apartado de ambos cargos. Sánchez no ha dado nunca una explicación sobre la motivación para adoptar esa decisión. Hace pocos días se le preguntó si era el caso Koldo el que provocó entonces aquella decisión. Lo negó, obviamente, porque de haber sido así, habría encubierto un delito. La realidad es que hace unos meses, Sánchez y Ábalos se vieron, conversaron, e incluso pactaron la marcha del diputado valenciano a Bruselas como eurodiputado socialista. La actuación de la UCO ha hecho saltar ese plan por los aires.
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La caída de Ábalos, anunciada primero por la vicepresidenta María Jesús Montero y solicitada este lunes por la ejecutiva federal del PSOE, es la de quién ocupó el ministerio más inversor del Gobierno entre 2018 y 2021 y la de quien fue responsable del aparato de la calle Ferraz durante cuatro años (2017-2021). Se suele decir que a quién ocupa responsabilidades de esa dimensión en el PSOE no se le puede dejar en la estacada, precisamente porque tiene información de primera mano de las trincheras del partido. El País habla este lunes de que Sánchez prepara una «salida personal» para el que fuera su más estrecho colaborador. El trato al que fuera ministro resulta inusualmente duro, como si fuera el propio Ábalos el que se lo hubiera llevado crudo. «Es el momento más duro de mi vida», ha asegurado el exministro este martes al anunciar que se queda en el escaño y pasa al grupo mixto, lo que aboca a la ejecutiva del PSOE a cumplir su amenaza y expulsarle del partido en el que ha militado desde 1981.
Exvicesecretario general del PSPV, exconcejal en la ciudad de Valencia, exdiputado provincial, Ábalos ha representado durante mucho tiempo el envés de Ximo Puig, la principal referencia de oposición interna al expresidente de la Generalitat y ahora embajador ante la OCDE en París. Puig, caído el 28-M, sin el ministerio por el que peleó en el Gobierno, pero con el reconocimiento de ser nombrado embajador de España en la capital de Francia. Este lunes, el exlíder del PSPV proclamaba: «No pot haver-hi la més mínima tolerància a la corrupció, és el virus que mata la confiança dels ciutadans en la democràcia. Hem tindre una resposta molt cara i molt potent». De Francis Puig no comentó nada. Ábalos nunca encajó con Puig, ni cuando uno era presidente y el otro ministro. Ni cuando Puig derribó a Sánchez en 2016 y Ábalos le ayudó a recuperar la secretaría general. Ahora en cambio, uno sale reconocido como embajador. El otro, poco menos que expulsado de su partido.
Querido por la militancia socialista casi tanto como odiado por la derecha, Ábalos comenzó su carrera política en el PCE, para afiliarse después al PSOE. Hijo de torero, nieto de Guardia Civil, maestro de formación, de discurso político forjado en valores, alejado de los mensajes de márketing políticamente correctos que las direcciones de los partidos reparten en argumentario cada mañana, en el PSPV de la ciudad de Valencia logró dar forma a una sensibilidad propia dentro del partido, la que le permitió convertirse en secretario general del partido. La 'mayoría minoritaria' en la que compartió carrera y política con Rafael Rubio o Pepe Camarasa. El grupo que se hizo determinante para la victoria de Joan Romero sobre Antonio Moreno en el congreso de la Politécnica en 1997. El lermismo, la versión primigenia del 'ximismo' nunca perdonó aquella apuesta. Traición lo llamaron ellos. Los mismos ximistas que brindaron con cava cuando Sánchez apartó a Ábalos del ministerio y de la secretaría de Organización. Porque más vale la caída de un rival interno que una victoria electoral, debieron pensar aquellos cargos del PSPV. Ahora, muchos de ellos quizá vuelvan a brindar, pero desde la oposición.
Como ministro, Ábalos protagonizó episodios de complicada digestión. Ábalos fue el encargado de 'recibir' a Delcy Rodríguez, número dos de Nicolás Maduro, cuando la vicepresidenta venezolana aterrizó en Barajas pese a tener prohibida la entrada en espacio Shengen. O el nombramiento del propio Koldo García como vocal del consejero de Renfe Mercancías pese a la más que insostenible justificación. O cuando el amarillismo de algunos medios de dedicó a hurgar en su vida personal. Bajo su gestión, no obstante, la liberalización de las autopistas, el proceso de liberalización del transporte ferroviario en España o el impulso al corredor mediterráneo. La mejor valoración de su gestión, la opinión de algunos empresarios valencianos tras la llegada de sus sustituta, Raquel Sánchez. «Echamos de menos a Ábalos».
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Ábalos sabe de qué va la política. Así que desde la semana pasada sabe que su partido lo quiere fuera. Sentenciado. Sin juicio, sin siquiera más acusación que la de haber nombrado asesor a Koldo. La caída del primer sanchista, como golpe al sanchismo que quizá Sánchez no ha medido. Ábalos siempre hizo de la memoria democrática y del recuerdo de los asesinados en la Guerra Civil una de las banderas de su acción política. Un socialista clásico, que vuelve a caer como cuando fue apartado del ministerio. Arrastrado por una compañía nada recomendable. El PSOE iniciará un expediente de expulsión por no entregar el acta de diputado, según ha indicado el portavoz en el Congreso, Patxi López.
La teoría ahora es que la responsabilidad afecta al que nombra a un asesor que, supuestamente, se convierte en un sinvergüenza. Si la teoría se extiende, que se prepare media clase política.
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