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El presidente de Les Corts, Enric Morera, es el Robert Neville (Soy Leyenda) de la política valenciana. Hay quien apuesta a que sería capaz de sobrevivir a un ataque nuclear porque, de momento, es el último superviviente de los cuatro diputados que perpetraron el ' ... golpe de estado' en Compromís para destronar a Glòria Marcos de la portavocía de la coalición. Los otros tres, está fuera de la primera línea política. El nacionalista Josep Maria Pañella por voluntad propia; Mónica Oltra, por estar imputada, y Mireia Mollà, por la purga de la nueva política. Morera ha hecho su camino sin mucho ruido, lo que le permite seguir vivo. Casi nadie habla de él en este vía crucis de Compromís, pero es de los que más saben.
Morera ha sabido sobreponerse a todos los sobresaltos, a todos los procesos y a todas las listas. En primera línea pero sin molestar, con cierta pose tancredista con el objetivo de no hacerse de notar de cara al gran público desde la institucionalidad que le da ser el presidente de la Cámara valenciana. El sueldo que recibe, más de 98.000 euros al año -según los datos oficiales de 2021- también ayuda a mantener una posición oficial. Es el junco que resiste y siempre se mantiene en pie. El tiempo le da dado sabiduría, canas y algún kilo más.
El político de Oliva, que siempre hace gala de sus orígenes, nació de pie. En 2003 fue elegido secretario general del Bloc, que venía de darse un golpetazo importante en las autonómicas -se quedó a 0,2 puntos de entrar en Les Corts-, e inició un nuevo proyecto con Morera al frente en sustitución de Pere Mayor, que dejó la primera línea aunque su voz (casi) siempre ha sido escuchada. Aquel fracaso electoral en mayúsculas del Bloc en 2003, fue el primer paso hacia el éxito. Si los nacionalistas hubieran entrado en Les Corts -se gastaron en publicidad lo que no está escrito con mecenas de pedigrí apostando por ellos- hoy ni el Botánico ni Compromís existirían.
En 2006, fue reelegido como líder de la formación nacionalista, con el máximo porcentaje de apoyos, y a partir de ahí comenzó a engendrar la fórmula del éxito, la de unir sensibilidades para parir una coalición que sirviera para entrar en Les Corts, y a partir de ahí, lograr nuevos objetivos. Compromís era el socio necesario para sumar con el PSPV. A su lado, Lluismi Campos, uno de los grandes fontaneros de la política valenciana y artífice del nacimiento de Compromís. Todos los partidos necesitan un 'embolicaor', llámese Orengo, Campos o Blasco.
Morera siempre ha permanecido en la orilla del charco, al menos públicamente, cada vez que en su partido hay una riada. Opina de casi todo, menos de eso. Lo importante es que siempre flota, incluso después de hace un llamamiento institucional para echar a Peter Lim del Valencia y no encontrar ni el apoyo de los suyos. «Morera es Morera», dicen por los pasillos de Les Corts. Su éxito es que podría ser el párroco de cualquier iglesia.
Nunca más optó a liderar nada, porque está más cómodo con el abrigo institucional del Parlamento valenciano. Sus tareas y deberes le alejan de la trinchera, de la primera línea de combate. Es la fórmula para mantenerse durante cuatro años sostenido por un buen sueldo público. Morera lleva camino a sus 58 años de que la política, como decía el anuncio, sea el puente hacia su jubilación. Los presidentes de Les Corts siempre se merecen un buen retiro en cualquier cementerio de elefantes.
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