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El PSOE aparca sus diferencias en Valencia 15 días después del mitin del PP en la plaza de toros: dos exhibiciones similares de musculaturaQuien haya tenido el placer de asistir al congreso del PSOE en Valencia y hace dos semanas también tuviera el honor de acudir a ... la convención del PP se sitúa hoy en una privilegiada atalaya desde donde practicar la teoría del análisis comparativo. ¿En qué se asemejan ambos partidos, con sus respectivas militancias? ¿En qué divergen las imágenes socialistas que salieron ayer de la Feria valenciana respecto a sus hermanas populares de la plaza de toros? ¿Cómo distinguir al extasiado fan de Pedro Sánchez de un entusiasta seguidor de Pablo Casado?
Las comparaciones son ociosas. Porque se fundan en un error de partida: la apoteosis socialista solo admite comparación con un congreso semejante de sus rivales, no con una convención como la organizada por Génova, que antes que programática, tenía más de rearme de la moral interna (y de revisión del pasado). Esta cita del PSOE (que también ajustó sus propias cuentas con su historia reciente) se parece más a aquel otro momento cumbre, en este mismo escenario de la Feria: cuando el PP de Mariano Rajoy sofocó el ímpetu de Esperanza Aguirre.
Un fin de semana de cantos a la unidad, apología del amado líder y contención de la disidencia: ningún caso de los suyos a Felipe González, que el sábado pedía que afilaran su vertiente crítica. La militancia contestó ayer al veterano líder con indiferencia: convirtiendo el escenario de la Feria en una macrodiscoteca a los sones de Sabina, Pereza, Tequila y Alaska. Ahí reside la principal divergencia respecto al mitin de Casado en la plaza de toros: su pinchadiscos era más de perrear.
Los socialistas se decantaron por la música en directo, tal vez porque sospechaban dónde acabó el sábado por la noche la mayoría de los congresistas, aunque el tema que más machaconamente martirizó los tímpanos de los asistentes traía aromas a metal: un viejo hit de los Twisted Sister, aquellos abanderados del glam metal cuya letra (de estribillo muy elemental: «Tenemos razón, somos libres») era lo de menos. Lo básico es que sus acordes contribuían a la mística generalizada como banda sonora para que los nuevos elegidos por Sánchez subieran al estrado entre las ovaciones de sus compañeros, con medalla de oro, por cierto, para Patxi López en el aplausómetro.
Porque también en eso se parecen, más de lo que pretenden unos y otros, los dos machos alfa de la política nacional: comparten una similar devoción a sus siglas, que en el caso concreto del PSOE se materializó en el sentido homenaje a Rubalcaba y hecho carne en el aplomado discurso de su viuda, Pilar Goya. En el apartado estético, se observarán siempre las disparidades de rigor en la indumentaria, igual que en el capítulo organizativo se notará dónde está siempre el dinero (cerca del poder: el derroche de medios de la Feria fue abrumador) y los mensajes serán por supuesto divergentes, aunque la palabra más repetida en ambos fines de semana haya sido Sánchez, porque el PSOE se cuida mucho de mentar a Casado y porque en justa correspondencia nada entusiasma tanto a las bases del PP como escuchar el nombre de su archienemigo, el maligno Sánchez, quien en realidad encarna con su estatus presidencial la principal fuente de diferencia. Es el presidente. Cuando habla, recopila conquistas; cuando habla Casado, es el aspirante, que se limita a enumerar promesas. Para lo cual, curiosamente, necesitó en el coso valenciano un largo cuarto de hora más que Sánchez: un discurso de una hora casi clavada, previo a La Internacional de rigor y la desbandada colectiva de los congresistas.
Fin de las diferencias. Ocurre que tanto en Ferraz como en Génova han leído a Tolstoi y saben en consecuencia que si bien todas las familias felices se parecen, cuando la dicha se ausenta cada cual reacciona a su manera. En el caso del PSOE, diríase que sus afiliados conviven históricamente más a gusto con la discrepancia y aceptan con mayor naturalidad la puñalada del querido camarada. En el PP causa más desazón, por falta de costumbre, el navajeo interno y su infelicidad en momentos de crisis tiende a intensificarse. Pero en lo fundamental prevalece un denominador común: unos y otros tienen presente también el cancionero de Coque Malla, que atronó durante la gris y lluviosa mañana de domingo por la megafonía de la Feria. «No puedo vivir sin ti», se lamentaba el antiguo líder de Los Ronaldos. Y en efecto, quien estuviera en la plaza de toros de Valencia y en su Feria en los respectivos cónclaves concluiría que hay que darle la razón. PP y PSOE. Ninguno puede vivir sin el otro.
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