Génova gana, Bonig pierde

Isabel Bonig empezó a perder el día que le dio la espalda a Rita Barberá, aunque hasta hace pocas semanas aún pensaba que Casado la salvaría. La dirección nacional impone su tesis y cambia el rumbo del partido en la Comunitat

JC. Ferriol Moya

Valencia

Lunes, 3 de mayo 2021, 20:10

La caída de Isabel Bonig, su anuncio de que no optará a la reelección como presidenta regional del PPCV, se produjo formalmente ayer. Aunque en realidad, su salida estaba cantada desde hace meses. Bonig se había querido amarrar al compromiso de Pablo Casado, que en enero le había vuelto a trasladar que contaba con ella para volver a optar a la presidencia de la Generalitat. «Eres la mejor candidata», le vino a decir. Y, confiada como es ella, entendió que la palabra del líder del partido le garantizaba la reelección. Sólo unos meses después, la exconsellera ya adivina el probable fin de su carrera política.

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Isabel Bonig (Castellón, 1970) comenzó a perder la presidencia del PP valenciano el día que Pablo Casado fue elegido presidente nacional, y Teo García Egea asumió la secretaría general. Y no es porque uno y otro tuvieran animadversión alguna hacia la exalcaldesa de Vall d'Uixó. Era mucho más sencillo. Bonig, como otros barones regionales del partido, habían mostrado su respaldo hacia Soraya Sáenz de Santamaría, la todopoderosa vicepresidenta de Mariano Rajoy. Si Sáenz de Santamaría hubiera ganado aquel congreso, no se sabe que habría pasado con las elecciones generales de abril y noviembre de 2019. Pero lo que sí que parece seguro es que Bonig seguiría al frente del PP valenciano.

Bonig llegó a la presidencia del PPCV en 2015. Y eso significa que lo hizo en el peor momento posible. 2015 es el año en el que los populares de la Comunitat vieron derrumbarse la hegemonía electoral que habían disfrutado dos décadas en la Comunitat Valenciana. Ese año se perdió la Generalitat, pero también el Ayuntamiento de Valencia, la Diputación, Alicante, Elche... Los casos de corrupción que afectaban a cargos y excargos del partido se multiplicaban. La amenaza de ruina era evidente y Rajoy y Dolores de Cospedal asumieron que el partido necesitaba un perfil rocoso para evitar que la estructura del partido se viniera abajo. «Estábamos en depresión profunda», admite un destacado cargo del partido en esa época. El PP apostó por el perfil de su hasta entonces secretaria general: convicciones profundas, oratoria afilada, entrega... para una travesía del desierto salpicada por la sombra de los casos de corrupción sobre exdirigentes del partido. Bonig marcó distancias con esa etapa y pidió perdón por la corrupción, «nunca pedir por ser del PP». La actitud firme frente a estos casos sólo se agrietó con la investigación a Rita Barberá y la decisión del partido de dar la espalda a la exalcaldesa de Valencia. Una decisión que abrió una brecha incluso sentimental con el PPCV más exitoso de la historia. «La muerte política de Bonig coincide con el fallecimiento de Barberá», asegura un destacado dirigente del PPCV. Sin Barberá, Bonig perdió Valencia y la conexión emocional con la mejor etapa del partido.

En todo caso, este texto no estaría en sus manos si las elecciones de 2019 hubieran tenido otro resultado. Al centro derecha le faltaron 4.000 votos para conseguir la mayoría. No fue así, y lo que ocurrió es que el PPCV quedó reducido a 19 escaños. No apoyar al candidato ganador en el congreso del PP y no presidir un gobierno autonómico dejaron a Bonig en una posición de debilidad extrema.

La renuncia de José Ciscar a la presidencia provincial del PP de Alicante fue el síntoma más evidente de que se abría una nueva etapa. La irrupción de Mazón y su complicidad con la calle Génova eran inversamente proporcionales a la de Bonig, que vio cómo uno de sus principales adversarios internos, Vicente Betoret, también era elevado a la dirección nacional.

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La presidenta del PPCV insistía en negar la evidencia. No quiso ni pelear los congresos de Valencia y Castellón, convencida de que Génova le agradecería esa voluntad de pactar y respetaría su presidencia. Hasta hace poco más de dos semanas, cuando García Egea la llamó a la sede del partido, insistía en que la palabra de Casado se impondría. En esa reunión, Bonig acabó abriendo los ojos. No había un bueno y un malo, sino una decisión política de renovar la presidencia del partido. Pidió margen para pensárselo, pero el pasado viernes García Egea le recordó que ya estaba bien.

En este recorrido por la trayectoria política de Bonig aparece con frecuencia la dirección nacional de su partido. En términos de discurso, el relevo de Mazón por Bonig parece dirigir al PP valenciano hacia una estrategia más alineada con la de la dirección nacional, y menos regionalista. «Perderá peso el mensaje territorial. Lo gana el de la calle Génova», vaticina un miembro del partido. La dirección nacional gana peso, toma decisiones, fuerza el relevo de Bonig por Mazón e impone su estrategia. Génova no quiere ni más Ayusos ni más discursos localistas.

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