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¿Y qué opina Diana Morant de lo de Ábalos? La pregunta circula estos días por grupos de whatsapp de cargos y militantes socialistas. No ... porque exista alguna duda respecto a que la ministra y nueva líder del PSPV seguirá a pies juntillas el criterio que ha marcado Pedro Sánchez respecto a su exministro, arrinconarlo desde la ejecutiva -de la que forma parte Morant- para que dejara el escaño, y señalarlo ahora que en lugar de asumir esa decisión, ha decidido pasarse al grupo mixto-. Sino porque Morant afronta en pocas semanas el congreso extraordinario que dará forma a la nueva dirección del partido.
El abalismo, la denominación del entorno del exministro, no posee ahora ni la fortaleza ni la representación de la que disponía cuando el ahora diputado del grupo mixto era todopoderoso secretario de Organización del PSOE. Pero que la representatividad de esos cargos se haya visto reducida de forma significativa no significa que entre la militancia y las bases del partido, el exdirigente valenciano no siga gozando de amplias simpatías, incluso ahora que se le ha abierto expediente para expulsarlo.
Las voces que proclaman que con su decisión de pasar al grupo mixto le hace un enorme daño al partido y a la autoridad de su secretario general conviven con las que cuestionan el callejón sin salida al que le empujó la ejecutiva al pedirle que dejara el acta de diputado en 24 horas, y la falta de explicaciones con la que se le obligaba a su 'final político' sin existir siquiera una sospecha sobre su gestión. Una culpa in vigilando que, llevada a sus últimas consecuencias, debería de afectar a Santos Cerdán -que es quien propuso a Koldo García- o al propio Sánchez.
Y en medio de ese debate es donde aparece Morant. La ministra de Ciencia, Innovación y Universidades guarda silencio estos días respecto al caso que afecta al que ha sido uno de los militantes del PSPV con más altas responsabilidades en la dirección federal del PSOE, y hasta hace pocas horas miembro del grupo socialista del Congreso. Morant tiene previsto participar en un desayuno organizado por Radio Valencia. Y el sábado está anunciada su presencia en un almuerzo popular en la localidad de Almussafes junto al alcalde de este municipio, Toni González. Elegido o no con toda la intención, lo cierto es que González es uno de los alcaldes de referencia del abalismo. No obstante, a última hora de ayer, la nueva líder socialista suspendió su presencia en el acto.
Con independencia de la forma en que se pronuncie en uno y otro foro, Morant tiene sobre la mesa la gestión del abalismo, teniendo en cuenta la celebración los días 22, 23 y 24 de marzo del congreso extraordinario para elegir nueva dirección del PSPV. Nueva ejecutiva para sustituir a la dirigida por Ximo Puig, formada por cerca de 70 personas. Y un congreso marcado por la decisión del exministro, y por la polarización que ha generado entre la militancia lo ocurrido en la última semana.
¿Qué va a hacer Morant con el abalismo? ¿Le dará entrada en la nueva dirección del PSPV o le extenderá el castigo recibido por el exministro? No parece probable que la ministra vaya a cometer el error de anticipar una decisión expeditiva a tres semanas de la celebración del cónclave. Al contrario, el habitual discurso de que en el partido cabe todo el mundo y no sobra nadie parece la fórmula a seguir. Morant, obviamente, no situará a un abalista en la secretaría de Organización, ni en las vicesecretarias del partido -si es que decide nombrar alguna más que la que ocupará Carlos Fernández Bielsa-.
Pero la realidad es que Morant ha sido elegida secretaria general por ser la apuesta de Pedro Sánchez, no porque goce de apoyo orgánico alguno. Su primera labor, por lo tanto, pasará por consolidar su posición en el partido, no sólo porque de ello dependerá su capacidad para ganar autoridad en la organización, sino también porque al congreso del PSPV le llegarán los cónclaves provinciales y comarcales. Y la secretaria general no puede acudir a esas citas únicamente a ver qué pasa. Desde esa óptica, contar con respaldos en el partido si se pretende jugar algún papel o condicionar el resultado de esos cónclaves resulta imprescindible.
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