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A. G. R.
Miércoles, 10 de abril 2024, 00:10
Los juicios mediáticos constituyen un inmejorable polo de atracción para curiosos, espontáneos y ciudadanos con cierto afán de protagonismo. A primera hora de la mañana, una mujer con una imagen de Zaplana pegada en el rostro y un rudimentario cartel: «Zaplana ladrón a prisión» se dedicaba a gritar cuando algún acusado hacía acto de presencia. Los reconocía por la nube de medios de comunicación que rodea a los protagonistas, en este caso, secundarios.
Aguardaba su gran momento de la mañana con la llegada del exministro. Pero, sin embargo, encontró un rival inesperado en la protesta. Una mujer, que se encontraba en la cola de acceso, se situó delante del exministro. «Haz la cola», le espetó. «A las nueve y media tengo cita y viene este hombre aquí con la caradura y las cámaras... Que haga la cola, venga, detrás de mí», indicaba al guardia. Seguramente ignoraba de quién se trataba. Y la realidad es que tampoco esto debería tener importancia para privilegiar el acceso al edificio judicial. Hubo un momento de tensión en que la mujer no desistía de su actitud y Zaplana, consciente de que cualquier gesto podía ser interpretado en su contra, aguardó paciente la orden de la Guardia Civil. Finalmente, le autorizó el paso. «Y pase usted también», dijo a la mujer.
Todos los días se forman colas en los accesos a la Ciudad de la Justicia. Es lógico debido a los controles de seguridad, con detector de metales, que pasan todos los usuarios de las dependencias. De ahí ese pequeña espera, de unos diez minutos de duración. Lo que ocurre en estos asuntos mediáticos -Erial o Taula, por poner algunos ejemplos recientes- es que todos los acusados, envueltos en una nube de periodistas, tratan por todos los medios de llegar cuanto antes a la puerta de acceso, límite que marca esa 'persecución' mediática. Esto hace que nadie haga oficialmente la cola, lo que obligaría a mantener esa presión mediática durante muchos minutos. Hasta ayer nadie se había quejado de esta forma tan expresiva. Casualmente ocurrió ayer con Zaplana.
Las sorpresas no terminaron ahí. La mujer, ya en el interior de las dependencias, se acercó al expresidente para disculparse. «Una tiene que hacer lo que tiene que hacer», le trasladó. Esto todavía dejó más estupefactos a los presentes, entre ellos, el propio letrado del exministro, según relatan testigos de esa conversación.
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